martes, 20 de noviembre de 2012

La verdad azul


En el hueco de la montaña se hallaba el grupo siguiendo las órdenes de la oruga al  mando, como verdes retazos en la histeria de la selva, hormigueando fraseos y murmullos de espesura azul.

La totalidad de la jungla oscura oía los sonidos de la humedad expulsada por las gargantas vivas. Y las lenguas sangrantes de aquellos siglos olvidados. Era un hoyo en el que se mantenían los cuerpos encastrados, privados de derecho a memoria, ultrajados de noción de liberación. Pero entonces, ella escuchó el grito dorado de lucidez.

Entre todos los rumores rasgantes, distinguió el hilo. El hilo, la corriente del río. Ella lo distinguió y fabricó el hilo. El nudo; aquel del que pendió mientras el atardecer quemaba.

Y así al menos una huyó de las garras del olvido. Y así al menos en una, sobrevivió la verdad azul.


Jeredeve/Tupac


miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cuerdas


La cuerda fina, derramando su música, por las vetas entreveradas de la madera, se deshizo en sus manos. Como parafina derretida, simplemente cayó en ribetes, jirones de estridencias plateadas, destrozando las fronteras emocionales del músico.
Horas, días y años, puliendo la obra, y ahora ¿para qué? Era con esa cuerda. La tristeza lo inundó, como le pasaba últimamente. Aulló enloquecido, destrucción de una represa líquida, la mismísima esencia del llanto, despilfarrada por un montón de ojos ajenos. Los gigantes de su locura matinal, golpeando la puerta de su castillo, una fortaleza en el desierto desolado, oasis de la extensión visceral. La música de los dioses.
Cuánta putrefacción emana del centro, pensó, desesperado. Loco de rabia, la cuerda de su ímpetu musical, la inspiración de una conquista, la de la colina más alta. Las corcheas y negras, claves y pentagramas se desparramaron, alzaron vuelo cálido por un viento sufrido, un lamento desgarrador de las laderas montañosas del artista. ¿Dónde, de dónde, digo, cómo saco esta tristeza? Pesar, un peso impresionante sobre sus hombros, tanto que ni los cíclopes de viejas leyendas podrían soportar. Un peso que se dormía en su entrecejo y ahuyentaba la humanidad que impregnaba sus cuerdas.
Desesperado, arrancó de cuajo cuerdas, madera y clavijas, buscando la clave de la música, la vida misma, depositada en el tallo de su impotencia; por más que rebajó a astillas todo vestigio de su instrumento, no pudo diferenciar nada. Ni texturas ni colores, sonidos u olores. Todo era resinoso y vacío, las ruinas de una civilización magnífica, perdida en la soberbia de su propia historia.

Vacío de emoción, se llenó de aire; la respiración, primero angustiada, se fue calmando hasta aflorar en sus ojos con formas diamantinas, perfecto síntoma de su desesperación agotadora. Una corteza de lo que era se miró en el espejo, y su aspecto más abandonado lo miró largamente, casi un fantasma, traslúcido y etéreo.
Nunca, nunca la tristeza lo invadía tan fuerte. No sabía como sacársela de encima, no sabía como arrancar su luz del más profundo ser propio y hacerla brillar sobre su mirada. Loco de ira, borracho de oscuridad, estrelló su cabeza contra el espejo, violento. Un golpe, dos golpes, trizó todo lo que reflejaba su realidad destrozada. Se arrancó los ojos y la sangre fluyó violentamente por su cara hacia otros mundos. La nimiedad del acto lo sedujo tanto, que metódicamente destruyó todo aquello que amaba. Cada instrumento que poseía, que lo había transportado a otros lugares, por melodías que viajaban sideralmente, fue reducido a bellezas muertas, sin vida. Todas las plantas que había sabido amar, cuidar y respirar, amontonadas y deshojadas por los pisos de su casa. El suicidio del espíritu, cometió lenta y deliberadamente, despacio, seguro de lo que hacía. Desmembrado, una ventana sin montañas, abierta a hachazos en su ser. Agujero espacial en el tiempo invisible, la arruga de la vida, porosa y sinuosa. No supo qué más rebajar y romper. Toda su vida yacía ante sus pies, acumulada en montones sucios y terrosos, la obra de su vida hecha cuerda de parafina. Un acorde menor dibujando escalas en la locura invernal de su mente, deshecha de humanidad. Cuando nada lo pudo llenar de vacío empezó por su cuerpo, y mutilándose lentamente, alcanzó el dolor que te aleja del dolor, el que te vacía de emociones y te vigila desde lo profundo de tus propias cavernas.
Y mientras el músico destruía no solo lo que era, sino también lo que sentía, mientras se arrancaba centímetro a centímetro, tiras de piel, y mechones de pelos, una risa convulsionó desde su pecho, honda, psicópata y terrorífica.
El suicidio se llevó a cabo en la más perfecta sintonía con la locura. La mía, la del músico. Nuestra locura, la más asquerosa y podrida, que vertemos en cualquier lado con tal de que no nos contamine. Un espíritu desesperado vagando por lo más desolado de su propio ser. La desesperación de ser bote, y no tener puerto.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La grandeza de existir

Vemos el futuro con ojos de lince. Recordamos el pasado con memoria de búho. Y atravesamos el presente con levedad de hurón.
El brillo de los muérdagos no es más que una muestra de la inmensidad del paisaje. La sutil humedad trasluce la vista hacia adelante, y, mezclada con los dardos de rayos solares, funde a violeta el fondo montañoso. Unos granos impalpables de arena se resbalan por mis manos. Pequeñas hormigas recorren una duna gigantesca, clavada de inmóviles estacas hechas rama. Acierto en ver hacia atrás, y un verde manto me arropa la sien. Amplio en el suspiro, como dilucidando el porqué de estar vivo. La muestra más cercana de una agonía, a estar pleno de placer entre pétalos y nutrias. Me cuestiono lo bello: ¿dónde se guarda todo esto? ¿Quién pudiera tener un cofre tan verdadero en el cuál recoja la razón de esta realidad hermosa? Melodías, arrullos que acarician, suspiros del viento que hacen danzar las hojas. Los guías, aquellos astros que con mirada de ancestro nos dicen qué se oye y qué se piensa. ¿Es todo imaginación acaso? ¿Entra todo en un giro de la percepción? ¿Toda la maravilla? A veces en crear, sólo por el arte de crear, se encuentra lo valioso. Aún cuando la vista lo trate de entender borroso. Fantasía, la cuna perenne. A vos voy a recurrir siempre, porque salís de mí. Fugada entre mis poros, como un caudal de frambuesas en las venas. El otoño desnucado, el continente en un grano, la frialdad de los arrayanes y los gritos de juncos en el pantano. Todo es muestra de la grandeza de existir. El miedo aún, los volcanes, las tortugas longevas, las bellotas maduras, los muros de roca en precipicio, el tiempo que no se aferra y un atardecer tragando el horizonte. Todo es muestra de la grandeza de existir. Entonces no olvido lo que siento porque creo en lo que puedo dar. Y doy lo que el mundo contiene precioso.

lunes, 29 de octubre de 2012

Media muerte

Soy medio hombre, me dijo. Soy medio hombre, me repitió llorando, impasible. Soy medio hombre, rió entre sollozos y lágrimas, y agregó: y cada tanto viene a verme la mitad que me falta. La más hermosa, mi mitad mas bonita, ¿sabés?

Era viejo, pero joven. Al menos la mitad que volvía cada tanto, lo regaba de juventud; y con la conjunción de las mitades el viejo era joven y hermoso y rebalsaba alegría y paz.


Soy medio hombre, suspiró tristemente, resignado, mientras veía alejarse parsimoniosamente a su linda mitad. Y amasó desánimos y lágrimas hasta la consistencia perfecta, la que aglomera el Todo. Donde no existen mitades. Despacio, agregó sal de su llanto y dientes, como granos de maíz. Despacio, preparó el final dramático de la obra.


Soy medio hombre, constató. Y fue péndulo para siempre.

lunes, 22 de octubre de 2012

Sin título

Qué guacha es la vida a veces. No sabés si está bien, si está mal. Si es bueno o es malo (es parecido, pero no lo mismo). Quizás es, y solamente eso. Es y nada más. Tal vez esté bien que así sea. Al carajo.

domingo, 21 de octubre de 2012

Llevate mis miedos.


Llevate mis miedos antes de que me de cuenta, llevate mis miedos antes de que caiga de vuelta.
Llevate mis miedos, llevalos toditos, llevate mis miedos quiero volver a ser el mismo pibito.
Llevate mis miedos, llevalos rapidito, así puedo volver  a dormir tranquilito.
Llevate mis miedos no quiero dudar, llevatelos todos quiero volver a soñar.
Llevate mis miedos, llevalos por favor, llevatelos todos quiero volver a ver el sol.
Llevate mis miedos, robamelos de un tirón, antes que sea tarde y me convierta en un cagón.
Llevate mis miedos antes que me arrepienta, sacalos de mí, aunque sea de la forma más violenta.

viernes, 19 de octubre de 2012

El Anónimo


Entre zafarranchos y arengas desnutridas de humanidad, tiñó su cara de gris. Ahumado en olor a pólvora y dando alaridos, asaltó entre los miles de desesperados, a las líneas enemigas y bañó sus temores con su sangre, enloqueciendo en victoria. Tiró de carretas por las salvajes huellas de las selvas del noreste, cabalgó iracundo por las estepas patagónicas y disparó su fusil heroicamente en cada enfrentamiento.

Bailó alrededor del fuego, salvajemente feliz. Fue libre sin pensarlo y por la libertad se batió a muerte cientos de veces, arriesgando la esencia misma de la vida. Fue el motor, la carne de cañón, el empujón definitorio de toda revolución latinoamericana, desde Argentina hasta Colombia, desde Perú hasta Brasil, y México, y las islas de más allá.

Puso en su cuerpo toda esperanza y todo ideal, los amasó letalmente y los disparó contra conquistadores españoles, franceses e ingleses por igual. Dejó atrás costumbres y dialectos para sobrevivir. Fue hombre y mujer, niño, abuelo y joven. Fue todos juntos para luchar, a las órdenes de ideólogos tan nobles, tan leales y tan éticos, que después borraron todo mérito conseguido por él, y lanzaron la más feroz y sanguinaria persecución en nombre del progreso, asesinando partes de su cuerpo a miles, humillándolos, borrando su cultura y disgregando la discriminación a lo largo y ancho del país que surgía. Torturadores y ladrones, musita él, y escupe sobre el monumento del traidor asesino.

Tanta guerra le hicieron a su nombre y a su identidad, tanto fue el esfuerzo, que lo hicieron anónimo. Él, el anónimo, fue miles de cuerpos, que lucharon para este presente, y lo quisieron borrar. Su identidad, las individuales, digo. Pero sin querer, como efecto colateral, además de crear un anónimo individual, crearon un Todo inmortal. 

El indio es infinito, no muere, no nace. Es, ahora y todos los días de la vida. El indio es América.

martes, 16 de octubre de 2012

Playa Girón - Silvio Rodríguez

Una hermosa letra de Silvio Rodriguez, una de las que más me gusta en poesía. La dejo pa' que la lean y la disfruten.

PLAYA GIRÓN

Compañeros poetas,
tomando en cuenta los últimos sucesos
en la poesía, quisiera preguntar
-me urge-,
¿qué tipo de adjetivos se deben usar
para hacer el poema de un barco
sin que se haga sentimental, fuera de la vanguardia
o evidente panfleto?
Si debo usar palabras como
Flota Cubana de Pesca y
Playa Girón?

Compañeros de música,
tomando en cuenta esas politonales
y audaces canciones, quisiera preguntar
-me urge-,
¿qué tipo de armonía se debe usar
para hacer la canción de este barco
con hombres de poca niñez, hombres y solamente
hombres sobre cubierta,
hombres negros y rojos y azules,
los hombres que pueblan el Playa Girón?

Compañeros de historia,
tomando en cuenta lo implacable
que debe ser la verdad, quisiera preguntar
-me urge tanto-,
¿qué debiera decir, qué fronteras debo respetar?
Si alguien roba comida
y después da la vida, ¿qué hacer?
¿Hasta donde debemos practicar las verdades?
¿Hasta donde sabemos?
Que escriban, pues, la historia, su historia,
los hombres del Playa Girón.

martes, 9 de octubre de 2012

El motor de la historia


Qué azul es tu ser. Lo veo, sí que lo veo nena. Por tus ojos, por tu piel lo veo. Y sí, es azul.
Está irradiando luz auténtica, llena de amor, llena de la esencia del universo, el quinto elemento, el motor de la historia. Porque, ¿qué mueve al mundo, su historia, si no son los amores por las ideas, esas por los que uno acepta morir, o a veces matar, y perder un poco de su humanidad? 
Si nena, el amor, para bien o para mal, mueve nuestro centro.


lunes, 8 de octubre de 2012

Álter-ego

Morí en varias guerras. Respiré los olores de la muerte, el humo ritual y la transpiración de los cuerpos nerviosos. Luché en primera y última fila, escarbé el río de mi indignación escupiendo palabras de veneno puro y ácido; derretí todos los resquicios de tu putrefacta imaginación, esa imaginación tan tétrica y espeluznante que la repudio, la odio. Me arrastré entre espinas que hendieron mis carnes y me hicieron sangrar pensamientos de bronca, vomité lo más horrible de mi ser en los escombros de tu guerra y me acosté con los sentimientos más bajos de tus hijas, esas ideas putas que pariste desde tus entrañas plagadas de mierda. Te creé en metáforas de hilos y espejos, luces flagrantes y gárgaras hediondas. 
¿No te das cuenta que te seguí por cada alcantarilla de esta inmunda ciudad, por cada descampado solitario y cada tenebrosa selva que atravesaste en tu asquerosa existencia? Te seguí para darte muerte, y conocí la peor de mis caras, el peor Yo que pude haber incubado tomó tanta fuerza que ahora me domina y me hostiga a seguirte, sin otorgarte el don de la muerte, que es un don, una gracia. Porque estoy tan transformado, tan descarriado en la locura más tortuosa que puedas imaginar, que si te veo ahora, si te doy alcance y finalmente quedaras a mi merced, más te valdría convertirte en brisa y volar lejos de mis manos, que ya no son manos, son garras de odio visceral, porque si se diera el hipotético caso que yo te encontrara y vos no te convirtieras en la brisa que te digo, entonces yo no sé qué haría. La muerte sería tu gracia. Tu derecho como ser humano. ¿Qué digo ser humano? No merecés esa condición.  Corré, corré y escondete en cada rincón que encuentres, porque te voy a dar caza, sin cazarte jamás. Porque si algo te merecés es no morir. No. Eso sería sumamente piadoso. Merecés que te persiga, todos los días de tu vida, todas las horas, y que no puedas jamás sentirte seguro y calmado, protegido ni querido. Vas a tener que correr tanto, que no vas a conocer la calidez de un humano porque no te voy a dejar tiempo de amar, no te voy a dejar tiempo de conocer, no te voy a dejar tiempo de mirarte al espejo y que notes tu demacrada resistencia, poco a poco mermada. 

Y vas a morir huyendo de una sombra, que soy yo. Que somos. Porque cuando moriste, en el último segundo de tu torturada existencia, tan loco estuviste que en el último instante de lucidez, descubriste que el que te perseguía era yo. Y que yo era vos. 


jueves, 4 de octubre de 2012

Ciego.

Y de pronto nada!
De un momento a otro los dedos de la mano se me durmiendo. Instintivamente traté de quitarme, lo que creí, era un guante invisible, que me impedía sentir.
Dándome cuenta que era inútil comencé a caminar, a tanteo desenfrenado, tratando de conseguir alguna sensación en mis pobres dedos. Las cosas que tocaba me eran conocidas, por lo que sabía lo que producían, pero aún así no sentía nada.
Con la cabeza fuera de si tomé en encendedor que estaba sobre la mesa y llevé el fuego a mi ya inútil mano, ahora muerta de sentir. Y ahí lo entendí ¡Me había quedado ciego! Ciego de manos.



martes, 2 de octubre de 2012

Lluvia

Ahora llueve. Siempre llueve cada tanto. Es como decir, llueve siempre, pero no llueve nunca. Casi como no decir nada. ¿Y qué tiene, que importan todas las incoherencias del lenguaje? No tienen más sentido. Yo siento que llueve dentro y fuera, porque no todo es visible a nuestros ojos. Lo esencial no, y lo que se esconde, tampoco. ¿No me entendés a donde voy? Mirá, está lloviendo afuera y adentro, hay nubes en todos lados, pero solo veo la lluvia afuera. Y como siempre llueve (y nunca) entonces se confunden las aguas. Tengo mucha agua y me estoy ahogando tal vez. O quizás tenga más suerte y aprenda a flotar en tablitas que vaya tallando con las hojas de mis plantas.

Claro que flotan. Mejor que una balsa; o mejor dicho, son mi balsa, hojas de plantitas superpuestas, así una arriba de otra. Apiñados como granos de arena, así debemos estar, leí por ahí. Y así también tienen que estar las hojas de mi balsa, porque estoy lleno de agua, rebalso agua dentro y fuera, además llueve y no sé donde dejé el paraguas. Es más, creo que ni tengo paraguas. Es que a veces esa confusión, esa rara sensación de ser el monte Everest y al mismo tiempo querer dormir para siempre en las fosas oceánicas más profundas, a veces eso agota.

No, no me malentiendas, me gusta estar en agua, amo el agua, es dúctil, fluye fácil y refresca mucho. Pero es un agua diferente a la que está lloviendo. Ojo, las dos pueden ahogarme a mí o a vos, pero por lo menos una te da la posibilidad de morir ahogado pero contento. No sé, se me ocurre. Está lloviendo agua salada por todos lados. Siempre es salada. Siempre y nunca. ¿Que, te molesta que me altere? ¿Qué te importa si me altero, y estoy harto de la sal? No quiero más sal, quiero agua dulce, fresca, agua de montaña. Y si es necesario, me voy nadando y me hago amigo de los tiburones, porque si me van a comer, por lo menos que me desgarren la carne siendo amigos, que lo hagan por puro instinto, que liberen mi ser y todo lo perecedero, pero así, sin malas intenciones. Que sea todo una confusión, un mal rato. Y así, libre de toda esta corteza pesada y torpe, pueda yo flotar inmortal, libre y a gusto por los espacios de esta tormenta de lluvia, porque mientras leíste esto la lluvia fue arreciando y ahora es tormenta que golpea la puerta de tu casa y te llama con la humedad de su dulce voz.

Y tené cuidado, porque pasa, pasa mucho, que cuando abrís, y la tormenta no te reconoce, te moja con sus lenguas de gotas claras y transparentes, pasa que te humedece y enfría el cálido cuerpo y que cuando te descuidás, ya no sos persona, ya no sos materia así, sólida. Sos agua, agua que fluye.

lunes, 1 de octubre de 2012

No te conozco, pero te quiero por ser

Yo la crucé caminando, un día como cualquier otro. Llegando al conservatorio. Yo no la conocía, y poco importa el hecho de su femenina condición. Lo que sí importa es que fuimos dos personas que se cruzaron y no se saludaron. No me animé, no me animé a abrir paso a mi lengua y decir, hola, quién sos. Qué es de tu vida, no te conozco, pero somos parecidos.
¿Cómo es eso, que dos cuerpos, dos llamas de luz pura chispeen sin tocarse, sin siquiera mirarse? Así estamos, así morimos de a poco, embadurnados en nuestros suntuosos ropajes, estética infinita, locura en el diseño, muros de silencio, paredes de presagios, la alienación. Porque yo ayer caminando me crucé con un ser humano y no me animé a saludarlo.

Nos fuimos quedando tan solos que ya no nos vemos. Hacemos de cuenta que el otro no existe, no está ahí, no tiene sentido iniciar una conversación, si no lo veré más. He estado caminando por la oscuridad del mundo, cuando el sol hunde la tarde y no tuve el valor de decir, hola, que brillante tu luz; quiero tocar tu mano y escuchar tu historia, no me importa quién sos, qué hiciste. Quiero leer en tus ojos la sinfonía eterna del ocaso, las vívidas notas, corcheas  y negras y bemoles amontonados en los renglones, como hojas secas desarraigadas, arrastradas por una brisa de otoño. Todo eso pude ver en tus ojos, una poesía hecha imagen, un cuadro divino intangible, inalcanzable, pero no. Todo eso pude beber de tus lágrimas, pero no tuve el valor de decir, hola, quién sos, cómo es que te sentís. Qué será de nosotros en veinte años, dónde estaremos sentados. ¿Te volveré a ver? Ojalá te vaya bien, no tengas miedo de ser libre.

No tengas miedo de ser libre, me hubiera gustado decirle. Que sea libre, que no le tenga miedo a esa adictiva vorágine, esa adrenalina que inunda la escarlata pasión que nada por nuestras venas. Quise decirte todo eso, en veinte segundos de verte y jamás haberte hablado antes, ni visto, ni oído, ni nada.
Estamos solos, mirándonos en un laberinto de espejos, donde nada de lo que ves, existe en verdad. Tan solo el reflejo del reflejo del reflejo de la luz. Y todo porque somos unos cobardes que no se animan a bucear en la luz del otro, ni a estallar en cristales incandescentes para que el otro nos observe, nos mire y nos pregunte quiénes somos y cómo estamos, y que no tengamos miedo a ser libres. Pero ahora yo lo veo.

Y yo te prometo sobre el destrozo de mis más amados y profundos escritos, sobre el mismísimo  papel viejo manchado en tinta, te prometo, por cada nota de pentagrama que en tus lágrimas se refleje, por cada ocaso que tu sinfonía despliegue ardorosamente en mis oídos, y también por cada gota de mi pasión, que no voy a tener miedo a ser libre. Pero libre de verdad. Ni a conocerte cuando te vea.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Destino

Evaristo fue quien decidió que no iba a trabajar mas en la fábrica. No fue una de esas decisiones que se toman a la ligera... Lo estuvo meditando toda la semana; en el baño, en el mate de la mañana, en la parada de colectivo, en el tren mientras el traqueteo de la antigua maquina se fundía con las ajenas charlas que lo rodeaban.
Fue a la mañana cuando dejó el trabajo, presento su renuncia, y sin mas se fue, se fue, se fue. 
Se fue a donde nunca había ido, a navegar en lo mas profundo de su mente, a fundirse entre los brazos de la madre naturaleza. Tomo el primer colectivo que vio, casi en trance. Recorrió las mismas calles que había recorrido a lo largo de su vida de obrero, pero ahora era diferente... estas calles ya no conducían al encierro, al humo y a la opresión; conducían a la libertad, su libertad.
Después de un indeterminado plazo de tiempo, llegó a la estación de ómnibus, entro por la puerta corrediza como el resto, buscando lo mismo que todos los que entraban y salían de ese lugar: Destino.
Sur, norte, este, oeste... Posibilidades infinitas, mundos paralelos, destino y mas destino. Fue Villa la Angostura quien fue elegido por Evaristo para portar su futuro. Una tierra fresca, natural, con espíritu joven y sin fábricas.
 Esperó unos interminables 5 minutos, sentado junto al rebaño en los asientos en mal estado de la estación, observando los detalles de las personas. El tic del señor de la derecha, el pie chueco de la vieja de al lado, el mal aliento de la chica del frente. Dieron las 2:15 cuando la voz arenosa del altavoz convocó a Evaristo a la parada numero 5. Subió sumisamente con su mochila gris, sigiloso e imperceptible. Durante el viaje no hubo nada pertinente, solo paisajes vacíos y algunos pueblos de ruta, de esos en los que uno para a cargar nafta y a usar el baño.
Cuando llegó a Villa la Angostura, la "aldea de montaña" deslumbró sus sentidos. Arboledas que escalaban las montañas buscando la inalcanzable cumbre, aire fresco y puro, cielos azules delineados por algunas nubes esponjosas, el sonido de la fauna en los oídos de la gente, calles de tierra, y lo mas sorprendente para  el porteño Evaristo; interminables lagos.
Cuando finalmente bajó del colectivo y tuvo el primer contacto con esta nueva tierra, ese especie de trance en el que se encontraba desde ayer a la mañana, desapareció. Sus pasos que antes se deslizaban por el suelo, ahora ya tenían su peso regular. Cierto fue, que la estación lo desanimó un poco, pero las montañas lo reconfortaron. 
Busco un hostel en el cual hospedarse. No necesitaba mas que una cama, un baño y algún lugar donde complacer al estómago. Encontró un lugar a buen precio, donde la mayoría de los clientes eran veinteañeros en busca de risas y felicidad. Fue a su nueva habitación, se duchó y meditó un par de minutos sobre que iba a hacer ahora que finalmente era libre. El resto del día solo dio lugar a una larga siesta y a una sopa instantánea.
A la mañana, junto a su fiel mate, recorrió de arriba a abajo la cocina compartida. 
De repente, le cayó la ficha. Su nueva verdad lo asustó.
Estaba solo. Sin darse cuenta, su prisión no había sido ni la fábrica ni la ciudad, sino su soledad. Fue su soledad quien lo aisló y lo puso en su contra, oxidó su mente y acortó su vuelo.
La soledad lo había seguido cientos de kilómetros, y lo seguiría mil de ser necesario.
 Evaristo se dio cuenta que su libertad no era nada, si no tenía con quien compartirla.

Motivación

Motivación

Estoy tranquilo sentado en mi escritorio, cuando pienso que un hilo es lo más suave que puede existir aquí, luego mi memoria se aclara y nada parece oscurecer. El deseo se acerca y lo único que quiero es volver a recordarte, víctima de un remordimiento tan doloroso que fue una sola creación de una miserable ilusión.
Es verdad que a veces soy inestable con respecto a mis sentimientos creo que todos los somos, ya que básicamente el problema es encontrar un equilibrio entre el interior y el exterior de la persona. Nada parece costar cuando solo se trata de expresar, el problema es cuando uno mismo se pone a pensar, general mente la gente que esta perdida por decirlo de un cierto modo, es decir sin ningún tipo de motivación o sin nada que hacer es la gente que más se pone a pensar y a reflexionar las cosas que tienen mal. Esto pasa por que tienen mucho tiempo libre, por eso a mi entender y mi opinión personal es que hay que tener motivaciones gustos e intereses por cualquier cosa.
Yo práctica mente no tengo muchas motivaciones y tengo mucho tiempo libre, sin embargo me gusta pensar muchas cosas, pienso tanto las cosas buenas como las malas, a veces lo uso como un momento para descargarme o simplemente algo entretenido para hacer, es por esto que les recomiendo siempre hacer algo y no quedarse en la nada misma. Recuerden que el que siempre el que siempre algo quiere hacer, quiere crecer.

Dicen las canciones


Natalio Ruiz perdió su sombrero. Nadie lo encontró por mucho tiempo y Natalio envejeció buscando inútilmente su digna cobertura craneal. El piano lo creó, lo creó  con un pasado donde él tenía un sombrero gris, pero en su creación no lo tiene; no solo eso, si no que como si fuera poco, él también se perdió, aparentemente con su sombrerito. ¿Y qué me dicen de Elmo? Por generaciones, detestado  o ignorado simplemente por el karma de su apellido, Lesto, que conjuntamente con su nombre desencadenó los más injustos prejuicios.

La historia de la música está llena de reveses o cabos sueltos, pero son tan deliciosos que la hacen mística, completa. Esas puertas abiertas, de madera añeja ya, crujientes y llenas de telaraña de viejas épocas pasadas, personajes escapados de la gloria musical de genios compositores. Fermín con sus manos que no paraban de girar, sus tristes sueños llenos de aserrín, y su abandono en el hospicio, pudo bien haber sido un gran amigo de Natalio. Esa alienación, ese no saber de dónde vienen, que su vida dure unos tres o cuatro minutos y al mismo tiempo para siempre, los convierte en seres tan reales como el que más y simultáneamente, intangibles.

Las redes de la música, los seres creados, la belleza que se desprende de cada historia musical, un flaco de rulos como Pepe Luí escapando hacia su estación Eduardo VI, para encontrarse con la hermosa Prudence de Los Beatles en quién sabe qué maravilloso lugar; las preguntas aguijonadas y chocantes que se hizo por años Pink de The Wall, sin respuesta, dentro ese muro alienante.  O mejor, Alicia, en su mundo ficticio, donde todo es lo que no parece y nada es lo que aparenta, donde Su Señoría manda y los demás callan. Las canciones, los temas, crearon tanta realidad como ficción, al mismo tiempo. Los músicos crearon vidas y estas no mueren en ese instante que dura la canción. ¿Por qué no echarlas a andar, a recorrer este mundo, que también tiene sus ficciones disfrazadas de realidad? ¿Por qué no asumir que están vivos y que nos miran, tal vez con pena, tal vez con envidia o con amor?

Porque creo que un ser como Don Leopardo sentiría la ira de la opresión y nos incitaría al despertar, a revolear todo al carajo. Pero un ser como la ya mencionada Alicia, de tanto tomar su rico té de peperina, no tiene más remedio que ser tranquila y calmada.  Y es que las historias se unen, se enhebran, se entrelazan y abrazan, se besan y se separan, parten a otros nudos, bifurcaciones y nuevos horizontes. Los personajes esos, como un montón de muertos pobres que danzan al compás de la locura musical de sus creadores, nos llenan con su sabiduría, la sabiduría colectiva, la del compositor. Y así para siempre, entre el aliento del triste y enamorado Jude y la rabia del Sr. Cobranza, entre el loco kamikaze que en barro se bañó, tal vez, o tal vez no; entre Laura y Ana, hermanas eternas, salidas de los rulos del Flaco, los mismos que tal vez inspiraran a Pepe Luí a venir al mundo, entre la incongruente alegría de Sgt. Pepper y su loca banda de los corazones solitarios, entre toda esa mezcla de seres, alter-egos y locas creaciones del destino, respiremos un poco de sabiduría.  Tal vez así, en menos caos, Natalio Ruiz al fin pueda encontrarse a sí mismo y a su lindo sombrerito gris.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Días

Quiero sonreír al sol. Quiero  que la luz choque contra las doradas pieles de la gente, mientras todos rebozan de felicidad plena armonía.
Desafortunadamente la vida no es así todos días, y la sonrisa no sale naturalmente, y el sol no choca contra las doradas pieles. Están esos días mierdas, lisa y llanamente mierdas, en esos en los que nada sale bien y parece que las personas, el clima y hasta los muebles conspiran en contra tuyo. En esos en los que te gustaría poner pausa y detener por un segundo el tren de la vida. Da la casualidad que en esos días todo puede cambiar de rosa a negro en un segundo; una  pequeña broma puede convertirse en el peor de los insultos,  y cualquier canción común y corriente puede hacer que te sientas súper identificado.
Pero días dorados, si los hay. Los mejores días son los espontáneos, donde no tenias puestas ningún tipo de expectativas y al final, todo fluye. Las cosas salen solas, sin ser buscadas, sin ser inventadas, porque, al final de cuentas la vida solo sucede, quieras o no.  Por eso mismo, no pierdas tiempo en pensar que tan bueno va a estar el verano… piensa en el ahora, piensa hoy.
Después de todo, ¿quien dijo que hoy no fue un día dorado?

lunes, 24 de septiembre de 2012

Comunicación incomunicada

A veces le ataca un pánico, un reflejo del aislamiento que sufre. Ese estar conectados continuo, que es mentira, que es arenisca en el viento. Las pantallas, pinceladas brillantes entre las miles y miles de casas que se sobrevuelan en la ciudad nocturna. Lo mata el saber que es mentira, falacia insuficiente; parece ser cierto, parece seducir, el inmediato saludar, la casual risa del chiste leído. Pero no, en el fondo todos saben, él sabe que estamos solos en nuestros rediles, en nuestros alienados reductos, proyectando pulsiones eléctricas que viajan a través del improbable y de redes abstractas que no logramos entender, hasta la pincelada brillante de alguien más.

Pero lo demás, ¿dónde está? El dulce contacto, el conocimiento de la piel tibia y suave, o fresca y húmeda después de un baño en el verano dorado. El aliento cálido danzando volutas en la estrellada noche a la luz de las llamas, fogata cósmica entre vos y yo. Entre vos y yo, nena. Él necesita esa exploración juguetona, naif, de acariciar cuidadosamente toda la extensión de la belleza. Y así es como de verdad nos comunicamos. Un traspaso de sensaciones interminable, vibraciones musicales, las corcheas y negras y claves, sostenidos y bemoles, una armonía difusa y encantadora, que nos enloquece y nos bulle en la sangre, nos hace bailar frenéticos, inhalando el aroma de humos rituales, el gusto compartido de amargas infusiones. La letanía de llantos y risas compartidas, una poesía recitada en voz baja por cientos de gargantas hartas de la alienación de las pinceladas brillantes.

Ellas, las pantallas, la forma de comunicación más rápida, letalmente rápida. Rápida y superflua. Las pantallas, pinceladas brillantes de un mundo borracho en tecnología, decadente en el hartazgo, derrumbado entre la podredumbre de miles de brillantes metales y botones, ellas son las responsables. Y nosotros, por abrirles nuestro ser, invitarlas a volcarnos en ellas. Porque sí, las pantallas pueden ser buenas aliadas, pueden llegar a Siberia o a cualquier lugar remoto. Él sabe que puede hablar con su sureño lugar en el mundo, o con el norte, donde su amigo vive. Puede volar virtualmente por todo el mundo, y eso es fantástico.

Pero él es plenamente consciente que la comunicación verdadera y pura, es la del contacto, la de la vibración y la ductilidad táctil, la de los suspiros contenidos y las ansiedades satisfechas, la del caliente amargor del mate bebido y compartido, degustado y devuelto. Que la comunicación pasa por mirarse a los ojos y nadar en pupilas oscuras y seductoras, frescas y brillantes que invitan a perderse en la locura del ser humano que vive detrás. Sabe que esa es la comunicación, tomarse las manos y acariciar los cabellos, sonreír y no transcribir risas y sonidos que jamás serán leídos como fueron expresados. Mostrar los dientes y reír con los ojos. Eso. Él sabe, yo sé, que comunicarse es lograr Ser, en comunión con los demás.

jueves, 20 de septiembre de 2012

La Pintora


Un temblor la recorrió, suave desde la sien al pecho. Sonrió con ganas, como asumiendo que quedaban pocas risas. Dibujó un arco y unas líneas sobre la pared gris de su vida. Le puso el color del ámbar, de la amatista, de la aguamarina. Tiznó con carbones sus ojeras marchitas, sombreando bordes y trazos con arte desgarrador, tremendamente expresivo, ahondando en sus emociones azuladas.

Mientras el arte fluía, casi histérico de sus manos tristes, delgadas, casi solo una sutileza, algo etéreo, su pensamiento cabalgaba salvajemente por las mareas de sus ganas de correr libre. Su avidez de libertad era tan fuerte que le dolía en los huesos jóvenes. De golpe, la locura, la manía de la perfección, naturalmente inalcanzable la atacó. Loca, tachó todo el arte que había vertido en su pared, arruinando la obra, llorando rabiosa, histérica. Otra ola de sentimientos encontrados, otra marejada de confusión emocional. O soy feliz, o todo se me escurre de las manos como gotas de arroyo. Siento que, o bien respiro la luz y ella me ilumina, o bien alguien desliza un paño sobre mis ojos, opacando mi futuro, mi proyección.
No te preocupes, ya no le des más vueltas, le habían dicho. Está todo bien, es un momento, le susurraron entre sollozos compulsivos. No llores, ya no sé que decirte, Helena. Basta Helena, ¿no te das cuenta que estás pintando hermoso? No ves que el sol está ahí, sobre esa lomita. Que hay pastito, que hay árboles y una fresca luz sobre el agua. Estúpida, si, ya sé, soy una estúpida. Basta Helena de decir así.
No.

No me detengo. La pintura emana de mi mano, pero mi pensamiento emana de mi pena. Soy un penar, un lamento boliviano vagando por la estepa montañosa de mis desiertos interiores. Soy el resto de una gloriosa marea que trajo peces pero que nunca más regresó. Pinto porque sé pintar, no porque sienta que pinto. No me fluye más el ser en la pintura, no estoy vertiendo mi Yo ahí. Quiero poder beber mis lágrimas, sería como beber mi espíritu diluido, los vestigios que dejó esta guerra emocional que me desbarató, igual que se desbarata un plan maligno, o un castillo de cartas. Cómo me gustaba hacer castillos de cartas. Naipes le decía el abuelo… si será gallego. ¡Basta Helena! ¿Basta qué? ¿Qué mierda es basta? ¿Es que en tu hartazgo no ves que me estoy desgarrando, que me lleno de la basura tuya, de la de él, de mi propia basura? ¿No ves que estoy tratando de construir una pared con mi espíritu pero lo bebí en mis lágrimas, y era tan puro, tan hermoso que lo vomité, hasta la última gota? ¿Qué ahora mi cuerpo, vacío, pura cáscara, hojas de otoño, ya no soporta ni siquiera la sombrita, ni siquiera la sombrita más chiquita, de lo que yo quise ser? Soy el epílogo de una novela de terror, escrita por el más inepto de los escritores. Helena, basta, lo suplico.
No me pidas que pare. Paré cada día de mi holgada vida, tan llena de vacío que me echo a temblar si la pienso. Tan llena de seguridades y de cosas hechas, de plástico, tan llena de plástico que quiero llorar agarrando mi panza si la pienso. Porque es tan pero tan puta la vida que tuve, que ahora estoy pintando, semidesnuda, cosas que jamás las sentí realmente nadando en las frambuesas de mi sangre, en mi torrente más ígneo.
Necesito la libertad negada, la inseguridad total, absoluta, el miedo que da valor, ese que te enfrenta a tu montaña; quiero pintar y saber que lo que hago es una línea que expresa seguir, no un límite triste que expresa parar.
Quiero beber mis lágrimas hasta saciar toda la sed que tengo de mí misma, porque solo así me voy a entender un poco más.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La luz al final del túnel

Para el amor y la guerra no hay reglas, y tampoco para la vida. Solo moral; y yo no tenía de ella ni una pizca.
No me importaba, simplemente no me importaba. Muchos se escudan en no saber como, en no entender cuándo, en no captar un porqué. Yo simplemente sabía que podía, pero no me interesaba cuidar nada en este mundo.
Hice daño, y aunque nunca mentí, porque siempre fui yo mismo, sin esconder mi ignorancia, mi falta de alma (porque de eso se trataba), herir sabiendo es quizás uno de los errores más grandes de la humanidad.
Fui una persona casi sin corazón, aunque supongo que algo tenía porque ahora saco a relucir un poco. Sí, tenía el minimo para saber que lo que hacía estaba mal pero no suficiente como para que me importara que lo estuviese. Entendí, luego de mucho tiempo que parte me lo habían robado cuando era chico y parte lo había dejado tirado a un costado del camino, por no aguantar el dolor, porque el corazón cuando no calla, grita.
Nunca extrañé esas partes de mí que abandoné, hasta que apareció ella, y no interesa quien sea ni de donde venga ni a donde vaya, lo que importa es que me cambió la vida con tan solo amar como ella lo hacía: a cada parte del día,a cada ser y a cada momento. Se metió en mi cabeza y me hizo apreciar por primera vez en mucho tiempo hasta a la más infima roca, suave brisa y leve rayo de sol, amaba cada hoja de cada libro y cada ficha de ajedrez. Sostenía que su vida no era suya, su vida era libre; capaz entiende mejor que nadie que cada persona que se cruza por nuestro camino nos cambia, nos suma. Y yo nunca lo entendí. Hasta ahora, ¿no? me gusta creer que quizás soy capaz de entenderlo, que estoy un pequeño paso más cerca de ser como ella, si pudiera llegar a serlo alguna vez.
Yo luché toda mi vida contra mi mismo, y no me importa lo que me digan, las historias siempre terminan bien. Nunca es demasiado pronto, ni demasiado tarde, la vida está hecha para que todo calce, vaya con nuestro plan o no. Yo creí ser un desalmado, tan solo para luego darme cuenta de que todos tenemos un alma, y que es lo único que trasciende, con lo cual mejor tenerla clara, y llena de luz, porque es lo que brillará en un túnel para alguien más. Su luz brilló en la oscuridad para mí.
Su luz era esperanza pura, era fe completa: nunca había sentido, tan solo importaba el hecho de saber que esos sentimientos existían, que valía la pena la eterna espera. El amor es tan fuerte que se nos pega en la piel aún sin poseerlo alguna vez, sin llegar a sentirlo o sin ser correspondido. Y yo me transformé, quizás con la metamorfosis más profunda y doliente, la más feliz también, que es aquella en la que la luz te inunda y no queda nada:. solo plenitud y entrega, sin sombras que disfracen ni males que desgarren.
 -Vivirás de nuevo, una y mil veces, porque las marcas de los cambios, de las crisis, de las transformaciones son el palpable recuerdo de lo que te hizo sentir vivo- me dijo cuando vió mi temor por lo perdido, por el tiempo subestimado. Miré en sus ojos profundos, marcados por las cicatrices ajenas, por el dolor no propio, por lo inalcanzable y aún así, tan claros, como un mar, tormentoso y lleno de furia pero con calma eterna, con naturaleza propia ¿Cómo no perdonarse  al ver cuánto ella desea lo que tuvimos y ama lo que nunca va a poder tener? Qué irónico que la muerte amara más a la vida que la vida misma.

Flor

El tiempo no se elige, el tiempo no se decide.




Quizás son mis memorias, los únicos testigos que me recuerdan que tan rápido pasó el tiempo. Acaso no fue ayer, cuando jugaba en la vereda? Acaso no fue ayer, cuando un helado era la felicidad misma? Quiero saber a donde van esos recuerdos felices del ayer, cuando todo era fácil. Cuando todo era luz.
Los cambios fueron repentinos, no me dejaron acostumbrarme a las nuevas sombras y luces. A veces, solo a veces, me gustaría olvidarme de todos los recuerdos nostálgicos para poder avanzar sin mirar atrás, sin detenerme a observar como se fueron los años.
Ahora que me encuentro en el ocaso de mi vida, me gustaría caminar una vez mas por sus senderos, que solo van en un sentido. Me gustaría haber dado ese beso, quedarme esa noche, haber disfrutado ese verano. A esta edad, lo mas doloroso son los arrepentimientos, los proyectos inconclusos, las ilusiones de la infancia.
A pesar de todo, agradezco. Agradezco a la naturaleza por hacerme su hijo, agradezco al mundo por haberme dejado vivir en él, agradezco al sol por salir cada mañana.
Agradezco a la vida.
En un punto en el que todo tiene y no tiene sentido a la vez y donde ya es tarde para la mayoría de las cosas, puedo decir con mucha seguridad que, a pesar de todas las sombras, todo valió la pena, absolutamente todo.

De esencias y reflejos

El reflejo, que cosa rara, eh. Parece ser algo, de hecho es igual a nosotros, o a lo que sea que se refleje. Pero... no tiene esencia el reflejo. Es una apariencia, y si los reflejos son apariencias, ¿por qué es que la gente se fija tanto en sus reflejos?

Porque nada ES si no tiene esencia, porque la esencia de LA ESENCIA es el SER. Lo que nos permite ser es nuestra esencia, y hay que cultivarla, no abandonarla. ¿Por qué? Porque nos convertimos en reflejos y entonce parecemos, no somos. 
Pero y claro, ¿no te das cuenta, che? El punto perfecto no existe, el balance, ¿para qué? Todo debe ser volcado a la esencia, eso creo yo.
Las apariencias casi nunca dicen la verdad, porque la verdad es hermosa y universal, tiene esencia. No parece nada, o mejor, parece lo que cada uno elije. Pero el trasfondo de la apariencia, lo que encierra y contiene, sí es igual para todos.

El reflejo es mentira, rompamos nuestros espejos.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Dibujos de Pablo Bernasconi


 

 Les quería compartir estos dibujos, que me gustan mucho de este dibujante, un grande, Pablo Bernasconi. Tienen la re onda los dibujos, texturas re copadas y el estilo en general es muy original y atractivo. Chusmeen un poco.


Alcanzando el abismo

Desde siempre camino al borde del abismo. Pero me atrevo a regocijarme con él ya que lo voy alcanzando con cada inhalación de aire puro. Lo rozo hacia su virtud inefable; blanco como un ocaso eterno. Lo vivo y lo muero. Me desintegro: soy él; ya no soy yo. Ya no tengo nada de mí más que una rosa etérea.
Camino alcanzando el abismo.

Desunión

Desunión


El mundo que no veía era el que la había atrapado. Era tan fugaz, que ni siquiera sospechaba de su peso, o su textura. Eran unas rejas letales, que anidaban dentro de su ojo, pero se expandían cubriendo toda su persona. Ella, débil y sumisa en su fragilidad, tenía todos los tintes del otoño.  Su pelo anaranjado, como hojas secas de ñire; sus ojos transparentes como un río helado; su piel dócil y porosa como la arcilla en la laguna; y su sien firme pero dúctil como el aire corriendo por los riscos.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Dedos

Fue súbito, inesperado, pero letal. Un día comencé a pensar con los dedos. Tanto usarlos para escribir, para pulsar las cuerdas de mi guitarra y para escarbar entre las estrías montañosas de los recuerdos que empecé a pensar a través de ellos.
O mejor dicho, ellos comenzaron a pensar por mí. Cobraron una fuerza propia, un poder de decisión, de razonamiento inverosímiles. Me cercaron entre todos, se dieron vuelta y me señalaron, me rasguñaron la cara, me clavaron sus odiosas uñas en el rostro y me arrancaron los párpados. Quedé ciego mientras mis dedos me atacaban y me pensaban. Porque ahora ellos eran los que tenían completo domino sobre mí y mi mente era un torbellino descarriado que solo percibía sensaciones táctiles, porque eran ahora ellos, Los Dedos, los que veían por mí, y lo que veían era mortal, era sanguinolento y feroz. Y me atacaron salvajemente, poseídos por una ira, un odio impropios de mi mismo cuerpo. Ellos me veían, me sentían, y no eran yo. Las cuerdas de mi guitarra saltaron, hechas jirones de nylon y metal y la madera se astilló, mientras Los Dedos, sistemáticamente destrozaban todo lo que yo amaba: mis discos, mis plantas, mis instrumentos, mis escritos, hoja por hoja, memoria que fluye hacia el ocaso del olvido. Y cuando ya no quedaba nada por deshacer, porque todo era obra de ellos, cuando ya todo era un vano recuerdo espeluznante de la rebelión de mis dedos, ahí en ese instante de tensión, de expectación, mis dedos me arrinconaron contra una esquina de mi habitación y se cerraron en un último segundo definitivo, sobre mi garganta, que no cesaba de aullarles a las injusticias de los cuerpos desnudos.

Fragmentos

Observá la altura, ¿qué tan lejos ves? Mirás y odiás, sin preguntarte jamás: ¿qué tan lejos ves? Y cuando en el segundo definitivo, cuelgues ausente de mi espejo, y las preguntas resbalen muertas, entonces y solo entonces es cuando yo, en la más tormentosa y angustiosa de las soledades, voy a correr, perdiendo jirones de mí, hasta la altura, y ahí voy a gritarte para siempre, ¿qué tan lejos ves... ahora?


Me gustaría que, si tal vez yo pudiese tomar el sol con mis manos, la energía que se desprendería pasara a través de mi cuerpo hasta hacerme flotar por entre los árboles de tu abundancia. Y viajar por los océanos de este mundo hasta encontrar una isla donde morirme mirando un ocaso eterno.


Sol Padre, Tierra Madre, gente hijos. Si gente hijos, gente hermanos; si gente hermanos, no guerra, no discriminación, no odio: gente Paz. Si gente paz, gente feliz.


Yo corté una hoja. Hoja, pedazo de mi mismo. Hoja, esencia de algo que no sé qué es. ¿Y cómo es que te amo tanto, hoja, aunque ni siquiera te conozco? ¿Sabés por qué, hoja? Porque cuando escribo en tu superficie me forjo a mí mismo. Hago mi esencia.






jueves, 13 de septiembre de 2012

Melodía nómade


¿Quién es el redactor de este mundo? ¿Quién vibra dentro de las partículas de luz, arrastrando traumas de la más espesa cansinidad, como torrentes de petróleo? Y por qué.
¿Por qué la música me vibra en los dedos del pie, en mis cabellos? Se me instala entre las manos, arrugando mi pergamino de sucesos, la historia divina de un pueblo ancestral y nómade ahogado en la derrota del olvido, la seca estepa.

Me surge como risa azul entre el púrpura de mis ojos. Ese redactor, esa musa incansable vibra y expele toda su pureza en las notas más salvajes de un instrumento desconocido. Amamanta la Tierra con sus sonidos de guerra, violentos de tangos furiosos, amor encendido en el retazo de un atardecer inextinguible. El mismísimo fuego del sol quemando las velas de los barcos anclados, de ciudades enteras perdidas en los cimientos de los océanos turquesas. Un paraíso húmedo. La fibra de nuestra esencia, el exacto nudo de la vida.

¿Quién, quién puede hacer que exista, o que no? ¿Que muera, que renazca, y una y mil veces se regenere, multiplique, sinfonía eterna de años antiquísimos llorando las tristezas y amarguras de este mundo viejo?

Manos. Las manos.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El amanecer

Deshilachado, deambuló amargamente, un derrotero eterno entre puestos de antigua kermesse oxidados y arrumbados en los rincones de una feria de locuras.
Suaves y diminutas gotas de rocío impregnando el ambiente lo hacían estornudar de a momentos, adhiriéndose con su inmaculada humedad a sus pensamientos que, ya de por sí fríos, se helaban en contacto con el agua.
Sus lágrimas, en cambio, ardían con su piel, y contrastaban con sus ojos furiosos y sombríos. Se detuvo y ahí, en la soledad aplastante, parado en medio de la inmensidad del universo, contempló asombrado, la pura belleza de la naturaleza, que iluminaba todo. El amanecer hizo su magnánima entrada al mundo, coloreando todo lo que él había observado hasta entonces con el aburrimiento de quien mira a través de un prisma gris la vida.
Vibrantes tonos y matices se dispararon en todas direcciones, hiriéndole los ojos, aquellos ojos que ya estaban lastimados por lo que habían visto, por lo que se habían acostumbrado a vivir. Incapaz de soportar tanta belleza y grandiosidad, cayó de rodillas, con la boca abierta, el sentimiento de gratitud infinita brotándole del pecho en hondos suspiros, como manantiales de abstracción compacta fluyendo de su centro, la mirada haciendo titánicos esfuerzos por abarcarlo todo, por no perder ni un solo detalle de la impresionante visión, y los senderos de lágrimas cabalgándole  libres por todo su rostro.
Totalmente sobrepasado por las imágenes de las que era testigo, sollozó en silencio, con intenso deleite, disfrutando profundamente cada una de las nuevas lágrimas, lamiendo el rocío y bebiendo su llanto, consciente de que la vida le estaba mostrando otra cara, aunque solo fuera por unos pocos minutos más.
Y él, que nunca había visto tanto color, él que jamás había sentido el calor del Padre Sol bañándole la dignidad, que tampoco había sabido beber del llanto de otros, ni había ensuciado sus manos con otro barro que no fuera el de su vida, que jamás había podido amasar su propia vasija, él, que no había podido disfrutar de todas esas cosas, fue eternamente feliz.

Sweet bongo

Hola personas! les dejo este lindo tema compuesto en esta linda mañana para cantar lindas armonías. Disfruten! Sweet bongo

martes, 11 de septiembre de 2012

Desolado


El cielo, la bruma, el gris, el vacío, el viento y la eternidad.
El manto que cubre los dados que marcan las huellas de inmensidad.
Los días, los años, los meses, los tiempos deshechos en que acaricio
los surcos de tu persona, tus claros nombres como ficticios.
Y es todo que dice algo, que tiene poco, que quiere nada.
Y es bueno que pasajeros como dos ojos hagan mirada
las notas que inventamos para vivirnos, ensangrentadas.
Que el velo se hace de mármol y no del hierro de las palabras.

Los buenos, los malos, los otros, nosotros diciendo caducas cosas.
Las veces que descontadas eran las manos de olor a rosa.
Me pienso, me nutro, me digo, me visto de piel, brazos, voz y pelo.
Ansío que la respuesta se haga de nieve o de sol primero.
Todos los nuevos cristales mostrando el cruce que ya no veo
de los misterios de nuevo, de tu silencio, vivo e inmerso.
Hay veces que en cada vuelta encuentro distintas las mismas voces
 Y luego si se repiten veo que tenían variados roces.

Que un viento detenga todo, que sea desbocado y sediento.
Que el grito desgarre al verso y desgarre el cuerpo, es lo que quiero.
Que los colmillos me claven y me hagan lúcido en el infierno.
Que tenga dedos para rasgar las hermosas líneas que invento.
A veces tengo tanta frustración que me pregunto quién era
Aquella persona que reía y sostenía nociones bellas.
Si a todo lo que hube amado aún le faltara un halo de muerte
Tendría que volver a atar los delirios, que este es hoy mi presente.

El jaguar y la moneda

Hambriento, el carnaval arrasó con todo. Las guirnaldas y piñatas taparon la incertidumbre de la gente. Señoras glotonas y señoritos nerviosos tropezaban con los tablones que los separaban de payasos y adivinos de feria.
En el medio del tumulto, una niña de ojos verdes, pelo café y vestidito celeste, halló una moneda. En su mano se encontraba enorme y pesada. Contempló lo que ya intuía hace un rato: aquella feria largaba una alegría demasiado asoladora para una niña tan frágil como ella. Guardó la moneda y se dirigió a la carpa de su padre, el ilusionista.
Cuando entró, el espectáculo ya había comenzado. Hoy tocaba “La caminata por la jungla”. Se asomó por entre el público y al instante su padre la reconoció y le guiñó un ojo. Los primeros helechos y rocas húmedas ya estaban construidos, y comenzaban a saltar las ranitas rojizas. La niña de ojos verdes se divertía más mirando las caras de la gente, que la ilusión creada, que conocía de memoria. Algunas personas abrían tanto los ojos que parecían querer que las lianas les atravesaran las pupilas. Otros, desconfiados, buscaban el aparato que proyectara todas esas imágenes. Mientras tanto el ilusionista ponía toda su atención en aquel tucán que se abría vuelo hacia un atardecer violeta. La postal era hermosa. Había todo tipo de escarabajos, lagartos, monos saltarines y hasta un jaguar. Todos desbordando casi el escenario y rozando a la gente.
Como era la rutina, uno del público fue invitado a subir. La caminata por la jungla corría sin riesgos para el joven desgarbado que, a pesar de caminar entre fieras amenazantes, sabía que nada era real. Aún así cada tanto pegaba un salto cuando unos colmillos de pantera lo asustaban, y la gente maravillada aplaudía.
El creador de todo contemplaba satisfecho. Su selva ya estaba terminada. Mientras el invitado intentaba en vano agarrar unos hongos naranjas, aprovechó para mirar a su hija, que jugaba con una moneda. Y así como de pronto en ese mismo instante, ocurrió algo inusual. El jaguar que había estado distraído clavó los ojos en la moneda de la niña, desobedeciendo al ilusionista. Sus pelos se erizaron y comenzó a avanzar hacia ella, como hipnotizado. El mago percatado frotó sus manos intentando detenerlo, pero ya era tarde: se había vuelto real. La gente se divertía tranquila con la variante del espectáculo y el invitado estaba ya excitado, hasta que un rugido punzante mostró la realidad a todos, y cortó en seco la calma. Entonces el caos llegó a la carpa en un revoltijo de gritos, banquetas y abrigos. El jaguar seguía su trayecto hacia la moneda cada vez más enfurecido. El ilusionista que ya había comprendido que su creación había tomado rienda propia, corrió hacia su niña de pelo café, se la guardó bajo la manga y salió afuera entre el pánico desenfrenado de su público.
Una vez que el jaguar consiguió poner la moneda ante sus ojos, la carpa ya se había vaciado. Abrió sus fauces, tragó la moneda de un saque y volvió a poner sus pelos de punta. El padre y su hija estaban afuera a una distancia prudente para poder observar. Las personas asustadas estaban ya lejos rebotando por ahí. Entonces el jaguar lanzó un último rugido y se desintegró, volviendo al mundo de la ilusión.
Y aunque un poco asustada, la niña del vestidito celeste recuperó el colorado de sus mejillas. La muestra de rutina no había sido tan aburrida después de todo.
El carnaval alimentaba nuevos muñecos desesperados.

Lindas fotos

 Unas lindas fotos que encontré por ahí del sur, de la tranquila Patagonia argentina. Los lugares eran perfectos para observar, ver y respirar la poesía que hay en la naturaleza, el balance perfecto de las cosas. Las nubes cómo transcurrían suaves por el cielo que se reflejaba en los espejos de agua clara y transparente. Un lugar perfecto para dejar fluir el espíritu por la birome hacia las hojas. Salían cosas como ésta:

   A la vida hay que gastarla. Embarrarla, patearla, caminarla; respirar cada partícula de ella.
   Vivir al extremo, sin medias sombras; equivocarse y bañarse de nuevo una y otra vez en el río de sensaciones que es la vida.
   Transpirarla mientras corremos hasta quedar sin aliento, hasta ese segundo definitivo en que todo quede atrás. 
   Para morir satisfechos de beber vida. Hagamos barriletes con las nuestras, y volemos sin miedo a enredarnos en los árboles. 


   Hasta cortar con el hilo y nunca más volver.