Hoy te sentís así: catapultado. Catapultado a otro infinito que no es este tuyo, tan tuyo. Así: catapultado, como volando a gran velocidad, como estallando en las capas de la atmósfera hacia estrellas varias. Como si se te hubiera metido una bandada de pájaros y sus trinos estuvieran empujando por salir. A empellones, a correntadas que cosquillean. Catapultándote, hacia ese infinito, el otro. El que no es tuyo, tan tuyo, sino simplemente ése. El que se ve cuando abrís los ojos a la mañanita, cuando bostezas con gusto a desayuno imaginario ya en la boca y olorcito a tostada haciéndose despacito en la nariz. ¿Viste que es así, sentirse catapultado? Así: sentirse catapultado es como amanecer y sentir el desayuno que te vas a preparar. Como saber que tenés un día claro y tibio esperándote, con el sol así, acunador y transparente, lleno de luz, de deliciosa luz luminosa. Como saber que la lluvia llega hasta aquí y solo basta con limitarse a vivir; como nevizca en el claro de un bosque de montaña; como la luz en primavera, así es sentirse catapultado. Sabe bien, sentirse catapultado: es como una tensión que te obliga a sonreír, que crispa apenas la columna, como sin querer hacerte doler, apenas como para arquear la espalda y de pronto quebrarse y empujarte hacia adelante. Adelante, siempre adelante, como una corrida de caballos salvajes cortando el río, una navaja helada de suspiros. Eso: sentirse catapultado es una exhalación, un simple respiro que apenas entró en tus pulmones ya salió girando en briznas de pastito verde, tierno y limpio.
Así es catapultarse: respirar y sentir el aire azulado y fresco; la luz clarita y el sol tibio; el olor del desayuno y el sabor del mate amargo, la aspereza de las hojas viejas de un libro amarillento y el sonido de las notas derramándose por la gastada fricción de un vinilo color verde Artaud en funcionamiento; la suavidad de las gotas estrellandosé contra la ventana-balcón y el color de la noche en la ciudad cuando se diluyen las luces con las aguas que caen del cielo tormentoso; todo eso. Y también el rumor de los arroyos de montaña, la caminata entre los árboles, el impulso ese, loco, de seguir y seguir, no importa el paso que sea, siempre adelante, porque sentirse catapultado es inmensamente motivador, porque tiene el olor, el color, el sabor, la textura y el sonido de todo aquello que es hermosamente dulce y hermosamente rico, hermosamente equilibrado, pacífico, así, como simplemente bello. Por eso hoy te levantaste y te sentiste así: catapultado. Qué bueno, amigo. Que aproveches el impulso.
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