lunes, 22 de septiembre de 2014

De pasados y brotes

El pasado es así: no tiene sentido echarle tierra encima. Al contrario, es contraproducente; mientras más tierras le tires, más probabilidades de prolongación en el presente y en el futuro le estás dando. Porque es así el pasado. Vos le tirás, le tirás tierra. Pero apenas te descuidaste mirando un rayito de sol, o viendo un pez nadar en la corriente, apenas lo perdiste un segundito de vista, te creció un brote en toda la tierra que le tiraste encima. Es que sí, uno tira tierra, pero siempre queda alguna semilla que uno no se percata. Te distrajiste y creció un brote. Hasta ahí todo bien, qué se yo. Un brote, piensa uno, no es muy fuerte. Se lo deshierba y chau pasado. Pero no. Porque de golpe cuando estás tirando del tierno tallo del brote, te das cuenta que tiene una raíz muy honda, muy zigzagueante que se afirma a toda la tierra esa que tiraste antes. Y ahí sí te quiero ver.
Por eso, no está bueno tirarle tierra al pasado encima; enterrarlo no sirve, solamente hace que después cuando pensás que te lo olvidaste, tengas una plaga de brotecitos ahí, naciendo y negándose a ser desmalezados. Porque es así, el pasado. Le gusta ser terco y resistirse a ser olvidado.

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