martes, 2 de octubre de 2012

Lluvia

Ahora llueve. Siempre llueve cada tanto. Es como decir, llueve siempre, pero no llueve nunca. Casi como no decir nada. ¿Y qué tiene, que importan todas las incoherencias del lenguaje? No tienen más sentido. Yo siento que llueve dentro y fuera, porque no todo es visible a nuestros ojos. Lo esencial no, y lo que se esconde, tampoco. ¿No me entendés a donde voy? Mirá, está lloviendo afuera y adentro, hay nubes en todos lados, pero solo veo la lluvia afuera. Y como siempre llueve (y nunca) entonces se confunden las aguas. Tengo mucha agua y me estoy ahogando tal vez. O quizás tenga más suerte y aprenda a flotar en tablitas que vaya tallando con las hojas de mis plantas.

Claro que flotan. Mejor que una balsa; o mejor dicho, son mi balsa, hojas de plantitas superpuestas, así una arriba de otra. Apiñados como granos de arena, así debemos estar, leí por ahí. Y así también tienen que estar las hojas de mi balsa, porque estoy lleno de agua, rebalso agua dentro y fuera, además llueve y no sé donde dejé el paraguas. Es más, creo que ni tengo paraguas. Es que a veces esa confusión, esa rara sensación de ser el monte Everest y al mismo tiempo querer dormir para siempre en las fosas oceánicas más profundas, a veces eso agota.

No, no me malentiendas, me gusta estar en agua, amo el agua, es dúctil, fluye fácil y refresca mucho. Pero es un agua diferente a la que está lloviendo. Ojo, las dos pueden ahogarme a mí o a vos, pero por lo menos una te da la posibilidad de morir ahogado pero contento. No sé, se me ocurre. Está lloviendo agua salada por todos lados. Siempre es salada. Siempre y nunca. ¿Que, te molesta que me altere? ¿Qué te importa si me altero, y estoy harto de la sal? No quiero más sal, quiero agua dulce, fresca, agua de montaña. Y si es necesario, me voy nadando y me hago amigo de los tiburones, porque si me van a comer, por lo menos que me desgarren la carne siendo amigos, que lo hagan por puro instinto, que liberen mi ser y todo lo perecedero, pero así, sin malas intenciones. Que sea todo una confusión, un mal rato. Y así, libre de toda esta corteza pesada y torpe, pueda yo flotar inmortal, libre y a gusto por los espacios de esta tormenta de lluvia, porque mientras leíste esto la lluvia fue arreciando y ahora es tormenta que golpea la puerta de tu casa y te llama con la humedad de su dulce voz.

Y tené cuidado, porque pasa, pasa mucho, que cuando abrís, y la tormenta no te reconoce, te moja con sus lenguas de gotas claras y transparentes, pasa que te humedece y enfría el cálido cuerpo y que cuando te descuidás, ya no sos persona, ya no sos materia así, sólida. Sos agua, agua que fluye.

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