lunes, 17 de septiembre de 2012

La luz al final del túnel

Para el amor y la guerra no hay reglas, y tampoco para la vida. Solo moral; y yo no tenía de ella ni una pizca.
No me importaba, simplemente no me importaba. Muchos se escudan en no saber como, en no entender cuándo, en no captar un porqué. Yo simplemente sabía que podía, pero no me interesaba cuidar nada en este mundo.
Hice daño, y aunque nunca mentí, porque siempre fui yo mismo, sin esconder mi ignorancia, mi falta de alma (porque de eso se trataba), herir sabiendo es quizás uno de los errores más grandes de la humanidad.
Fui una persona casi sin corazón, aunque supongo que algo tenía porque ahora saco a relucir un poco. Sí, tenía el minimo para saber que lo que hacía estaba mal pero no suficiente como para que me importara que lo estuviese. Entendí, luego de mucho tiempo que parte me lo habían robado cuando era chico y parte lo había dejado tirado a un costado del camino, por no aguantar el dolor, porque el corazón cuando no calla, grita.
Nunca extrañé esas partes de mí que abandoné, hasta que apareció ella, y no interesa quien sea ni de donde venga ni a donde vaya, lo que importa es que me cambió la vida con tan solo amar como ella lo hacía: a cada parte del día,a cada ser y a cada momento. Se metió en mi cabeza y me hizo apreciar por primera vez en mucho tiempo hasta a la más infima roca, suave brisa y leve rayo de sol, amaba cada hoja de cada libro y cada ficha de ajedrez. Sostenía que su vida no era suya, su vida era libre; capaz entiende mejor que nadie que cada persona que se cruza por nuestro camino nos cambia, nos suma. Y yo nunca lo entendí. Hasta ahora, ¿no? me gusta creer que quizás soy capaz de entenderlo, que estoy un pequeño paso más cerca de ser como ella, si pudiera llegar a serlo alguna vez.
Yo luché toda mi vida contra mi mismo, y no me importa lo que me digan, las historias siempre terminan bien. Nunca es demasiado pronto, ni demasiado tarde, la vida está hecha para que todo calce, vaya con nuestro plan o no. Yo creí ser un desalmado, tan solo para luego darme cuenta de que todos tenemos un alma, y que es lo único que trasciende, con lo cual mejor tenerla clara, y llena de luz, porque es lo que brillará en un túnel para alguien más. Su luz brilló en la oscuridad para mí.
Su luz era esperanza pura, era fe completa: nunca había sentido, tan solo importaba el hecho de saber que esos sentimientos existían, que valía la pena la eterna espera. El amor es tan fuerte que se nos pega en la piel aún sin poseerlo alguna vez, sin llegar a sentirlo o sin ser correspondido. Y yo me transformé, quizás con la metamorfosis más profunda y doliente, la más feliz también, que es aquella en la que la luz te inunda y no queda nada:. solo plenitud y entrega, sin sombras que disfracen ni males que desgarren.
 -Vivirás de nuevo, una y mil veces, porque las marcas de los cambios, de las crisis, de las transformaciones son el palpable recuerdo de lo que te hizo sentir vivo- me dijo cuando vió mi temor por lo perdido, por el tiempo subestimado. Miré en sus ojos profundos, marcados por las cicatrices ajenas, por el dolor no propio, por lo inalcanzable y aún así, tan claros, como un mar, tormentoso y lleno de furia pero con calma eterna, con naturaleza propia ¿Cómo no perdonarse  al ver cuánto ella desea lo que tuvimos y ama lo que nunca va a poder tener? Qué irónico que la muerte amara más a la vida que la vida misma.

Flor

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