El cielo,
la bruma, el gris, el vacío, el viento y la eternidad.
El manto
que cubre los dados que marcan las huellas de inmensidad.
Los días,
los años, los meses, los tiempos deshechos en que acaricio
los surcos
de tu persona, tus claros nombres como ficticios.
Y es todo
que dice algo, que tiene poco, que quiere nada.
Y es bueno
que pasajeros como dos ojos hagan mirada
las notas
que inventamos para vivirnos, ensangrentadas.
Que el velo
se hace de mármol y no del hierro de las palabras.
Los buenos,
los malos, los otros, nosotros diciendo caducas cosas.
Las veces
que descontadas eran las manos de olor a rosa.
Me pienso,
me nutro, me digo, me visto de piel, brazos, voz y pelo.
Ansío que
la respuesta se haga de nieve o de sol primero.
Todos los
nuevos cristales mostrando el cruce que ya no veo
de los
misterios de nuevo, de tu silencio, vivo e inmerso.
Hay veces
que en cada vuelta encuentro distintas las mismas voces
Y luego si se repiten veo que tenían variados
roces.
Que un
viento detenga todo, que sea desbocado y sediento.
Que el
grito desgarre al verso y desgarre el cuerpo, es lo que quiero.
Que los
colmillos me claven y me hagan lúcido en el infierno.
Que tenga
dedos para rasgar las hermosas líneas que invento.
A veces
tengo tanta frustración que me pregunto quién era
Aquella
persona que reía y sostenía nociones bellas.
Si a todo
lo que hube amado aún le faltara un halo de muerte
Tendría que
volver a atar los delirios, que este es hoy mi presente.
Cada palabra transmite una fuerza abrumadora y transforma a quien se abre a escucharla. Si supiste "reír y sostener nociones bellas", eso está en vos, habrá que darle permiso para volver.
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