viernes, 11 de diciembre de 2015

La Niña

La fiebre crece. El río llama. La llama devora. El manto perece.
La llama grita, trota en la sabana. Un ratón con cola larga, salta por las dunas.
La fiebre suda. La niña suda fiebre. Su llanto me atraviesa el alma. Y mi alma atraviesa a la niña.
Mis brazos la arropan, soy su cuna, soy su fuente.
Soy las ramas por donde trepa, soy el árbol del que sujeta
sus pequeñas manos, dedos mínimos como gusanitos.
Sus ojos son perlas hermosas y me destruye cuando hace pucherito.
Es todo lo que tengo en este mundo. La puedo ver, la puedo sentir cuando yo quiera.
Es toda mía y toda de la vida. No es nada mía y es toda de ella misma.
Es tan pura, tan pequeña, tan leíble mi Francisca.
Es mi mundo, el mundo que quiero, el mundo que amo, es mi ruta y es mi sendero.
Es mi regalo del universo. La creación la hizo. Yo y su Madre la pensamos. Y ella vino.
Ella sólo vino.
Permiso, puedo pasar a este planeta? Hace rato que estoy esperando acá en La Nada y tengo ganas de existir un poco. Gracias, sí en lo posible nena. Eeeemm rulos, dale. Rulos está bien. Y.. sí, si no queda otra haceme la piel sensible. Tres marcas de nacimiento? No será mucho? bueno tá, pero que las uñas no me las corten eh! Ah y que no me insistan con la palabra “sí” que la voy a decir cuando yo quiera. Y sí, sí, porque por lo que veo de este mundo (como se llama? “tierna?”) hay que saber decir más que no a decir que sí. No? vos decís que no? Y bueno, me estás dando la razón entonces, jajaja!! Bueno dale, dale. Mandame de una vez. Chau, nos vemos en la próxima existencia.
Y así, en una eyaculación pasional, en un orgasmo de placer y amor puros, purísimos; nació la Franchu. Por eso ella es tan pura. Porque vino de la pureza. El acto que la concibió fue únicamente amor total. Amor. Pasión y amor. Claro que la unión de sus dos padres no había sido amor, había sido inconsciencia. Pendejismo, que le dicen. Y bueno, ahí te llené un poco de impureza Franchu, disculpame. Pero te juro que siempre hice lo mejor que pude. Te manché un poquiiito, nada más un poquiiitiiiiito el alma. Como para que no te aburras. Que los ángeles en este mundo se vuelven pa’l cielo muy pronto che. Que no duran acá. Y como van a durar. Son tan bellos. Aca somos imperfectos. Y a mí me encanta la imperfección. Vení, quedate un rato largo. Compartí este mundo conmigo. Cuando quieras nos vamos a otro y nos conocemos de vuelta, yo hijo y vos madre, yo perro y vos liebre, yo libélula y vos vaquita de san antonio, yo ciprés y vos pinillo. Nos reencontramos y charlamos de este raro planeta que se llama Tierra. Yo te voy a decir todo lo que sé. Pero al final no te quepa duda que no me voy a ir sabiendo mucho más que vos eh! Si encontrás algo nuevo, no dudes en avisarme, que soy tu padre pero soy tu amigo. Que soy tu guarda pero soy tu aprendiz. Me dejás ser tu aprendiz Franchu? Me encanta que me enseñes todo lo que ves, lo que interpretas, lo que sufrís. Claro, ella llora porque no alcanza la manzana. No puede estirarse. Y ahora llora porque su papá fue a la cocina mientras la dejó dos segundos en la palangana con agua. No sabe que ahí viene? No, jaja, hermosa. No sabe. Y ahora se ríe. Ay, como la amo cuando se ríe. La tiró encima mío y le digo que es mi frazada. No. Ahora sos mi almohada. No. Ahora juguemos al tigre. Juguemos Franchu. Me enseñas a jugar? No hay nada más hermoso en esta vida que jugar. No hay nada más eterno que esta risa que nos inventamos ahora y que dejamos ir diciendole un “nos rencontramos en un rato, después de almorzar capaz…”.

Ví una silueta, ví una paloma, ví una gaviota en el mar que conocí. Y ella era mi bebé. Todavía andaba por las olas. Y cuando supo que yo era yo, ella fue ella. Y nos unimos. Gracias Vida. Gracias Universo. No tengo más que decir que: gracias. Juro por mi vida que voy a hacer todo mi esfuerzo por nunca fallar a este obsequio. Por nunca derrumbarme ni faltarle. Siempre buscaré mirarla desde el amor. Siempre. Gracias.

martes, 10 de noviembre de 2015

Ni lo uno ni lo otro

El lugar de mi persona se haya en tu persona. Es ilógico pero, lógico al mismo tiempo. Conozco a algunos que hablan de contradicción y la llevan en su propia frente. Tan pero tan clara. Ojo. Todos somos contradictorios. La humanidad está plagada de contradicciones. Yo me incluyo. Por suerte. Porque errar es humano. Y yo soy muy humano. Pero, ¿viste que hay gente que no existe? Si. Oíste bien. Gente que no existe. Gente que no está. Gente que se miente. Para mí no existen. La cagada es que para ellos, yo no existo. Pero bueno. Así es la vida, ¿no? Qué le vamos a hacer. Gente que mira su propio ombligo. Gente que escupe a los otros por ser distintos. Simplemente distintos. Si. Distinto. Yo soy distinto. ¿Distinto a qué? Distinto a esa gente por lo pronto. Si, pero también soy distinto a ese otro. El que se acerca más a mí. Porque no soy él. Por más que estemos mucho más unidos que otra tanta gente. ¿Entonces en que quedamos? Y, quedamos en que no hay nadie igual a nadie. Lo cual no es ninguna sabiduría milenaria, o mejor dicho, revelación universal. Es una simple verdad. Muy, muy simple. Pero como todo lo simple, muy difícil de asimilar, ¿no? Porque al final la diferencia entre algunos egoístas y su propio ser, caminando con la frente orgullosa, pero de rabia, no de bien, altaneros a más no poder, soberbios con su cara que siempre esconde una mirada esquiva ante cualquier pregunta incómoda, sanos de mentira, engañosos porque tristemente se engañan a sí mismos, esos que hacen preguntas para no oír respuesta alguna, esos que tiran la posta como acaudalando el fondo de sus propios martirios; al final ellos la diferencia es que son tan distintos a mí. Porque ellos quieren por inercia ser parte de un todo. Y el único todo del que podemos ser parte es el uno. El cada uno. ¿Me entendés? Cada uno es cada uno. Cuando podamos pensar solos, vamos a estar juntos. Te respeto porque sos otro, no porque sos parecido a lo que a mí me gusta. Por eso simplemente me gustás. Pero no te respeto porque me caigas bien. Te respeto porque sos un ser igualito a mí. Tan puro y hermoso. Tan ciego e ignorante como yo. Tan letal y tan inocente como yo. Tan lleno de todo y lleno de nada, con tanta sabiduría, conocimiento, experiencia, asombro y poesía, y en algunos finales tan rozando la estupidez, el resentimiento, la envidia. Como yo. Igualito a mí. No hay uno sin mil, millones, todos. No vale nada aquel, si ese otro tampoco. Así es la vida, o debiera ser para mí. ¿Para vos no?

Holocausto

Hoy acometí un holocausto. Eran tantas, estaban colmando todo alrededor. La mesada, la cocina, el piso, los azulejos. Las hormigas son unos seres tan pequeños, pero tan poderosos. El día de hoy sobrepasaron a nuestra especie, a mi familia, en este pequeño recoveco que es nuestro departamento. Mis padres dormían, mi hermana igual. Ellas a las 9.30 am ya habían organizado un equipo de sondeo, búsqueda de alimento, control de calidad, reconocimiento del terreno. Primero me parecieron tres o cuatro desparramadas, pero cuando empecé a seguirlas ví que se formaban en perfecta hilera, atravesándo el living comedor, pasando debajo de las sillas, de la mesa y agrupándose alrededor del nido, de la guarida, del fortín. Allí ya eran unas 30, y a unos centímetros, que para ellas serán varias cuadras, otro fortín aún más grande, servía de base de provisiones. Los gigantes alrededor ni se percataban de todo el avance que estas pequeñas hormigas habían hecho en su espacio. Claro, para nosotros fue de un día para el otro. Pero para las hormigas transcurrieron tal vez meses. Quizás un año. En ese tiempo pudieron desplegar todo su ingenio y esforzarse por sobrevivir. Crecer. Expandirse. Colonizar. Mientras todos dormían ellas se las ingeniaron para alcanzar un tercer piso de un departamento, atravesar todo obstáculo posible y crear una pequeña colonia de avanzada. Probablemente su ciudad central, su capital federal, se encontraba a unos cuantos metros de mi departamento. Quizás en suelo firme, en algún centro de pura naturaleza, o de media humanidad, no tan agresiva como resulta un frío departamento.
Entonces yo, en mi simpleza de gigante, en mi ignorancia de ser humano, en mi frialdad de especie superior, acometí el holocausto. Tomé el Raid, y desparramé el polvo asesino primero en el campo de sondeo que era mi mesada. Luego a través de las trincheras que se formaban entre mi cocina y la pared. Después continué por la hilera que atravesaba el living comedor. En seguida el gas empezó a torturar una a una a las hormigas, probablemente llevándolas a un límite de tortura que rozaba la locura, y luego a la inevitable muerte.
No me quedé ahí, continué vertiendo el gas a cada uno de los diminutos seres que veía que se pavoneaban tranquilamente por mi guarida. Mi departamento. Ellas en cuestión de segundos se desparramaron, se desorganizaron y se individualizaron en el dolor irrebatible. La masacre duró quizás para ellas unas largas horas. Mi polvo de la muerte se acrecó por fin al nido y a la central de comando, buscando triunfador arrebatar toda posibilidad de dominación de esta especie.
La tarea estaba terminada. Por un buen tiempo estos diminutos seres no se atreverían a pasar los muros de cemento que protegen a mi familia y a mí del exterior. Por un buen tiempo no osarían desafiar mi especie. Que bueno, al fin y al cabo la mía es la especie más inteligente.

jueves, 22 de octubre de 2015

Salirme

Cuando no me dejo salir de mí,
salirme a mí
canto preguntándome la vida
al menos esa persistencia
que es mi voz,
que yo soy en ésa: mi voz.
Canto y soy libre de mí
unos segundos -los necesarios-
para quererme otra vez
como si ese ratito de paseo
en mi voz por ahí
me hiciera extrañarme
quedamente
como dulce olor a jacarandá
callecitas de lila furioso
contraste en ese gris metálico
de tormenta veraniega
que siempre que llega
se posa sobre mí
haciéndome salirme,
salirme de mí
que es como irse de viaje
pero sin saber del retorno
que se hace misterio
o interrogación
donde no hay respuestas
quizás, tal vez
sólo suposiciones
y los ojos se me vuelven
color de la mar
en día de tormenta veraniega
plomiza, pesada, divinamente gris
como besos de agüita
de mis ojos ausentes
de mí.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Pesimismo

Me está atrapando un profundo pesimismo del cual no puedo salir.
Siempre me consideré una persona optimista. Siempre traté de ver lo bueno en todo. Todo es por algún motivo y siempre va a llevar a un mejor resultado. Todo cambio es positivo y necesario. El cambio es revolución, también es confrontación. Si no hay conflicto, no hay cambio. Entonces del dolor sacamos lo bueno. Eso está claro. Entonces, ¿de dónde viene el pesimismo?
Siento que viene de aquellas cosas que no podemos explicar. O controlar. De aquellas cosas que no podemos controlar. Yo puedo controlar mi vida, y eso lo tengo muy claro. Ahora; no puedo controlar la vida de los demás. No puedo obligar a nadie a hacer lo que YO creo que le va a hacer bien, porque no dejo de ser YO el de la percepción. Entonces no puedo obligar a la gente a estar bien. En eso me siento impotente, pero es bastante lógico, ¿no es cierto?
También siento que de alguna manera ese algo que me sale por percibir lo que le haría bien al otro, casi de manera natural es algo fuerte. Que no tengo que dejar ir. Es como si fuera un don. Algo como un poder.
¿Y si todos los supuestos superpoderes que dicen tener los humanos los tenemos todos sin darnos cuenta, solo que no los manifestamos o interpretamos como tales? Telepatía1 , precognición, control mental de terceros, experiencias extracorpóreas, clarividencia. Todo. Todo eso existe en nosotros mismos. Algunos lo usan más otros menos. Pero está. De hecho muchos lo usan sin darse cuenta, a veces con resultados que pueden llegar a ser catastróficos para sí mismos. Por ejemplo, yo no paro de pensar que me va a robar alguien en la calle porque veo esa información en todos los medios de comunicación y efectivamente termina sucediendo que me roban en la calle. Pero yo me predispuse a eso previamente. La Ley de Atracción. En lo personal, en mi familia nunca estuvo muy instaurada la idea del robo. Tampoco estuvo para nada instaurada la sobreinformación mediática, eso está claro. Ahora, lo puedo agradecer. Porque puedo darme cuenta de muchas cosas que me obligan a reflexionar. Puedo ver muchas cosas que muchas otras personas no ven. Porque no quieren, porque no pueden. Pero están. Están ahí.
De ahí viene tal vez mi pesimismo. Si soy omnipotente y superpoderoso puedo controlar todo. TODO. Pero no. No es así. Los humanos no podemos controlar todo a nuestro alrededor. Los humanos sólo podemos controlar una parte. La parte más pequeña. Allegada a nosotros mismos. NUESTRA vida, NUESTRA realidad. No puedo dejar de ver las cosas que están mal en nosotros mismos como humanidad. No puedo dejar de verlas. Los que no estén cerca mío me empezaran a decir que estoy loco. Pero no. Yo sé que no estoy loco. Y se que es muy claro lo que digo, y lo que siento.
Siento miedo, un miedo claro y transparente, un miedo puro, profundamente humano que tenemos todos. Siento miedo por no poder entender las cosas, por no poder explicar todo, y por no poder evitar buscarle una explicación racional. Bueno está claro. En “algo” hay que creer. Cuánto más fácil la tiene la gente que de entrada dijo, “¡Ah, los espíritus!, respetémoslos”. “¡Ah! un evento repentino e inexplicable en mi vida. P ej, se muere mi mejor amigo. Y bueno. La voluntad del señor”
DEL SEÑORRR?? QUE SEÑORR?? EL SEÑOR LAS PELOTAS. POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ PASAN LAS COSAS. Nadie va a encontrar las respuestas en este mundo??
¿Vamos acaso a coexistir con nuestra ignorancia por siempre? ¿Vamos a aceptar que las cosas son de un modo o de otro?
Lógico, cada uno tiene SU modo. SU visión. SU interpretación. El mío es este. Pero lo veo tan claro mi hermano. Lo veo tan claro.
F
I
N



De hecho acabo de buscar la definición de telepatía y dice: “Fenómeno que consiste en la transmisión o en la coincidencia de pensamientos entre personas, generalmente distantes entre sí, que se produce sin intervención de los sentidos o de agentes físicos conocidos.” Esto nos muestra claramente que ya está aceptado como algo que ocurre. Y a su vez buscando encontré que los científicos todavía no la aceptan abiertamente. Loco, ¿no?

Realidad

Soy el cambio que quiero ver en el mundo.
Constantemente me esfuerzo por ser otra cosa. Por no equivocarme. Es difícil no equivocarse. Lo intentamos hacer todos, pero no nos sale. ¿Por qué? Porque equivocándonos es como crecemos. Estoy cansado de los manuales de vida, y de los libros de autoayuda, por lo cual voy a intentar que este texto se aleje de eso.
Pienso que los manuales de autoayuda nos dan la pauta clara de cómo se resuelven las cosas. Es decir: NO LEYENDO VEINTEMIL MANUALES DE AUTOAYUDA (que aunque sorprenda, mucha gente lo hace), ya que después van a terminar creyendo que la solución la van a encontrar ahí, en esos libros, en esas personas que dicen tener las respuestas para vivir bien. La única respuesta para vivir bien la puede tener cada uno, y nadie más que uno mismo. Peeeeeeeeero (y acá viene el eterno “pero”) hay que entender de manera BIEN CLARA esto.
No es lo mismo que yo te diga, “che tenés que hacer esto, esto otro, ahora esto, después esto, después agarrá y proba esto, esto, esto y te juro que te vas a sentir joyaaaaaa”. A que yo te diga, “mirá, yo probé esto, esto, esto otro, esto de más acá, a mí me sirvió, VO FIJATE”.
Por eso soy el cambio que quiero ver en el mundo. Porque cuando cambio yo, y nada más que yo, obligo a los que están cerca mío a cambiar a mi manera.
Ahora bien, esto puede interpretarse como algo muy dictatorial, y está bueno tener bien en claro también por qué no lo es.
Dos puntos.
Si yo digo, ”todas las personas tienen que probar la nueva Clase de Meditación Yoga Mudga Siglo XXI, después de que la tomen, su vida va a cambiar, va a haber un antes y un después, todo será diferente”, estoy siendo dictatorial. Porque capaz el verdulero no necesita una clase de Yoga Mudga para darse cuenta de que su vida es una mierda. Capaz él necesita, una mujer que le diga, che no fumés tanto pucho, te vas a morir. O capaz necesita un proveedor que le diga, che leete este artículo, habla de cómo todas las verduras que vendés son transgénicas y estás haciendo mierda a todos tus clientes.
Tal vez el abogado necesita que una persona le diga muy allegada a él le diga, che la verdad que sos un garca, sólamente pensás en la plata y en vos mismo, ¿no te das cuenta que hay gente que se caga de hambre?
Entonces, el cambio va a venir de adentro. Y para eso, la mujer del verdulero tiene que haber dejado de fumar, el proveedor tiene que haber leído el artículo, y la persona allegada al abogado tiene que haberse dado cuenta que hay gente que pasa hambre.
Y entonces me van a decir aquellos que leen entre líneas: Cómo? pero tenés una ideología, estás apoyando a unas personas antes que a otras, estás siendo dictatorial al final.
Pero totalmente que tengo una ideología, y totalmente que apoyo a la gente que pasa hambre antes que a la gente que rebosa plata. TO-TAL-MENTE. No te quepa la menor duda.
Pero la verdad también es que no estoy siendo NADA dictatorial. Vos hacé lo que te haga sentir bien. Hacé lo que quieras con tu vida. A mí me hace sentir bien pensar que hay muchas cosas injustas en ésta vida y que voy a hacer mi mayor esfuerzo por cambiarlas. Empezando por mí.
Por eso, soy el cambio que quiero ver en el mundo.

Cojones

El otro día en la plaza me encontré una flor de plástico. Enseguida me acordé de la chica que había visto sentada en el banco. Vincha roja y las piernas mostrando un tatuaje de color.
Me dije: "Tengo que dársela. Si no se la doy, soy un cagón".
Entonces la rodee lo más disimuladamente que pude con la flor en la mano. Esperé el momento preciso, me acerqué sin dudar, la miré a los ojos sin decirle nada, y se la di.
"Aaw graaacias", me dijo.
"De nada", le dije yo.
Era cierto, no me había costado nada. La encontré en el piso.
Cuando me alejé me sentía triunfador.
No había hecho nada, y había hecho todo. Estaba feliz.

Lo que es, es.

Pienso en nosotros mismos como humanidad. Pienso en lo que fuimos, en lo que somos y en lo que vamos a ser. Todos los cambios que se produjeron en el mundo. Positivos y negativos, pero que se pueden ver muy fácilmente, si tan solo se quieren mirar, con los ojos abiertos. No negar las cosas que -ya está-, son así.
Hoy en día este mundo funciona con el sistema capitalista. ¿Qué resultado da el sistema capitalista? El acumulamiento de poder en unos pocos, el manejo del conocimiento, del dinero, el manejo de la información. ¿Por qué el saber no se comparte? Porque hay fuerzas más grandes que (valga la redundancia) se esfuerzan en ocultarlo.
Si yo sé que hay gente pobre alrededor mío, me voy a sentir mal, incómodo, mal conmigo mismo, y mal con los demás. Nadie hace nada. Entonces es mucho más fácil ser ignorante. Cerrar los ojos, no ver. Hacer como si no existiera. Hacer como si la pobreza, el hambre, la locura, la violencia, la bronca, la ira, el odio, el miedo; fueran algo ajeno a nosotros mismos. Como si nosotros mismos no lo generásemos todo el tiempo. Pero sí, lo generamos. Lo hacemos, todo el tiempo. Y muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta.
Es mucho más fácil ser ignorante. La verdad incomoda. La verdad molesta. Pero existe. La verdad existe. Por lo menos existe para aquellos que la buscan, que la quieren ver. Hay una verdad muy real, casi absoluta, casi innegable, y es la que nos muestra como están las cosas hoy en día. Y cómo somos nosotros como seres humanos. Como personas. Como individuos y como sociedad. Esto nos lleva a algunas verdades de las cuales va a ser difícil encontrar contradicción (si aparece mejor, pues de esa manera crecerán, retransformándose):

El manejo de poder para el beneficio de unos pocos hace inevitablemente daño a otros muchos. 1era verdad innegable.

El conocimiento es una herramienta fundamental para desenvolvernos en esta vida, y si yo no educo, si yo no enseño, si yo no insto a que todas las personas sean críticas a todo lo que las rodea, a que se cuestionen todas las cosas que les acontecen en cada momento; no voy a estar buscando más que obediencia absoluta. 2da verdad innegable.

El mundo se está acercando a un objeto residual de nuestra propia existencia, y el daño que el ocasionamos, avanza al mismo tiempo que nos damos cuenta del mismo. 3ra verdad innegable.

El avance tecnológico, científico, la investigación, el conocimiento del mundo, el cuestionamiento y la búsqueda por verdades corroboradas por lo empírico y la ciencia, nos lleva a un crecimiento que pareciera moverse por sí solo y del cual somos ajenos gran parte de la población mundial, ya que lógicamente, se presta al servicio del sistema, al mismo tiempo que de la humanidad. 4ta verdad innegable.

Los valores positivos, el amor, el respeto, la solidaridad, la empatía, generan cambios positivos a nuestra realidad tanto siendo practicados como individuos o como sociedad. Por el contrario las actitudes negativas, miedo, bronca, ira, venganza, egoísmo, individualismo, son contagiosos en nuestro medio externo y repercuten de manera negativa a nuestros pares y a nuestra sociedad. Sin embargo ambos sentimientos conviven en cada persona humana, viéndose manifestados a veces de manera evidente unos o los otros, pero formando parte todos en su conjunto del individuo. 5ta verdad innegable.

Habiendo intentado acercarse a estas verdades innegables podemos llegar a la conclusión de que hay cosas que son estáticas e intrínsecas a nuestra propia existencia. Estando estas cosas, se podría deducir que algunos cambios se producen de manera paulatina pero apuntando siempre al mismo resultado, por la sola esencia del ser humano. Lo que es, es.

Valorar

Valoro este mundo, esta vida, que toma forma.
Valoro el infinito, valoro conocer.
Valoro ser un cuerpo que no tiene direcciones.
Valoro poder en la duda a veces, quizás, tal vez, aparecer.
Valoro todo lo que conozco como bueno y como puro.
Los amaneceres, los árboles, las montañas, el ocaso.
Los ríos, las estrellas, el horizonte, las nubes.
Los pájaros, las ballenas, los linces y las liebres.
Valoro a la humanidad, con sus errores sus defectos.
Valoro porque seguimos, siempre seguimos y no dejamos de avanzar.
Valoro que conozcamos las respuestas inmediatas,
y valoro que desconozcamos todo aquello que no se puede palpar.
La muerte, el inconsciente, lo insondable, el infinito.
Valoro que algunos hayan encontrado su verdad.
Valoro también que no hay verdades absolutas,
valoro equivocarse, valoro amarse, valoro aprender.
Valoro en esta vida que las presiones no nos dejen ser.
Ellas nos reprimen a tal punto que a veces enloquecemos.
Pero en la locura, por fin podemos vivir.
Valoro tener conciencia de lo malo, de lo erróneo.
Valoro tener molestias, me obligan a seguir.
Valoro tener miedo, me ayuda a estar despierto.
Valoro ser inseguro muchas veces, muchas tantas,
al menos busco todo, no hallo nada, y vuelvo a buscar.
Valoro porque buscar me ayuda a definirme.
Finalmente me conozco, no muchos lo pueden decir.
Valoro tener puertas adelante y atrás.
Valoro que pasado ya pisó, que futuro se vendrá,
y que nada nada nada nunca lo va a cambiar.
Valoro que presente que se me aparece a veces,
que hermoso, qué hermoso, ¿qué hermoso?
Hermoso tener vida, tener muerte, hermoso existir.
Hermoso atravesar, hermoso equivocar.
Hermoso estar vivo, seguir aprendiendo.
Hermoso despedirse, siempre hay un reencuentro.
Hermoso estar vivo, hermoso respirar.

Qué hacer con el quehacer

“Quien mucho abarca poco aprieta”, me dijo La Motocicleta.
“Nada ata el que nada amarra”, me avisó La Guitarra.
“En mí confiá, no tengas duda” susurró La Partitura.
“No hay mejor verde que la lechuga”, opinó La Carne Cruda.
“El universo está en tu mente”, dijo un Astrónomo.
“El universo está en tus manos”, dijo un Astrólogo.
“El universo está en tu alma”, dijo El Creyente.
“¡Es una anáfora!”, chistó La Lingüista.
“¡Viva Perón!”, dijo El Peronista.
“¡Viva Nestór!”, dijo El Kirchnerista.
“¡Viva Macrí!”, dijo El Macrista.
“¡Viva Pelé!”, dijo El Futbolista.
“¡¡¡Déjenme viviiiiiiir!!!, rogué Yo.
“Aún no te moriste”, recordó La Muerte.
“Tiene razón”, me dijo La Razón.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Delirio II

Coito. Oh, oh, oh! coito.
Y... ¡patatum! ahora sí.
Uno, dos, tres: picaporte.
Y bueno, no siempre se obtiene lo que uno quiere. Si cuatro y dos son cuatro, y cuatro veintitrés, ¿acaso dos y dos son ocho y ocho treintaiseis? Sí, sí, sí, sí. Pero ojo con el bordesito.
Hay que caminar siempre en equilibrio para no perder el equilibrio y así mantener el equilibrio.
Equis + libro: Equilibrio.
Librería + matemática: Alfombras Supersónicas.

Delirio I

¡Patrañas!, exclamó. El cuervo no es azul, ¡todos sabemos que siempre fue violeta!
¿Y la Nicasio Oroño? Allí, allí, unos metritos más pa'delante. Gracias, gracias. No, no hay de qué. No, no, gracias deveritas, deveritas. No, no hay de qué, maldito engendro. ¡¡Muereeeee!! Ratatatatatatatatataaaa!!
-huu (soplido).
La tarea está realizada, Johny.

lunes, 24 de agosto de 2015

El cangrejo de mar

El cangrejo era un señor muy asustadizo. Levantábase todas las mañanas con la firme sospecha de que algo no andaba bien. Él era capaz de correr una por una las piedras para ver si algo salía de ellas, pero no, nunca nada salía. Dábase cuenta también de lo inexpugnablemente increíble e inusitada que era la situación: todo se reducía al propio señor cangrejo y sus propias pinzas de mantequilla.
Un día un buen pulpo amigo le sonrió con agrado. La situación no estaba para caras largas. Fuéronse al bosque de algas, adentráronse entre los corales y coláronse por los recovecos del oscuro mar. Una a una fueron cayendo las estrellas. Las de mar (lógicamente), pero no menos las de cielo.
El cielo rebotaba para ellos mismos como un espejo certero de su propia vida. Eran ellos, piso, cielo y mar.
En fin, la cuestión es que este pulpo amigo le dijo al señor cangrejo: “tuyas son la luna y el horizonte, tuyo es el fondo de los fondos todos, tuyo es el color, el ardor y las luces de alba. Sólo debes agarrarlos”. ¿Así de fácil?- dijo don cangrejo. Sep. Así de facilongo.
Al día siguiente, la mantarraya que miraba desde lo oscuro, lo escupió con su eléctrico veneno. (Es de saber que no todos poseen las mismas cualidades de veneno, diferenciándose por sobre todas las cosas, el tamaño, el tipo, el color, el sabor y la profundidad). A esto el señor cangrejo se desataba de sus propios enredos. Esta pinza es pa´sostener la piedrota, esta e´pa los leones, y esta para mi perla, perla, perla hermosa y brillante (ah, sí, el señor cangrejo guardaba esta perla y la protegía de todo mal).
Así fue como de una corriente nació un bosque de algas, de una mantarraya eléctrica nació una perla hermosa y brillante (aunque usted no lo crea), y de un cangrejo y su ser mismo nació el camino.


jueves, 20 de agosto de 2015

Hacia el nucleo

Abrazo de fuego. Color indecible. Cantos que arropan. Cielos invisibles.

Me atraviesa mi orgullo, como una daga perenne que sin embargo nunca de clava, solo posa ahí, como a pocos centímetros, matándome con su proximidad. En el entrecejo hay un punto. Se hace más y más profundo. Sigue y sigue y sigue. Mi cara se hace mármol, piedra, diamante. Irrompible, inconmensurable. 

Saltos de tiempo, salas que no tocan, aves que no dicen. Futuro, siempre futuro. Pero, ¿vale la pena? ¿Es realmente mañana el futuro? ¿Están realmente adelante mis ojos? Tal vez sea como el camaleón: una pupila en cada horizonte, navegando las preguntas de aquel viejo búho.

Siento mi piel cayendo en finas capas hacia el núcleo. Desvistiéndome como un capullo de serpiente, mientras el mar se mantiene atrás, tan oscuro e incómodo.
Arrastro mi vientre, me desarmo, ¿ya que importa? Trago polvo y más polvo y mis dientes corren como arañas por un césped eterno. Alta está la luna y revocable es la asfixia. Puros dados de inverosímil realidad.
Choques relampagueantes.

La sangre de libélula puede volar y hacia allá va. Y sigue, y sigue, y sigue.

domingo, 2 de agosto de 2015

Contemplación de lo inefable

Sí, prefiero caminar. No, no me lleves hasta casa, muchas gracias. ¿Por qué? No sé bien por qué, estoy bastante seguro de que tengo ganas de caminar solo, porque me gusta caminar solo. Está en mí, quizás tenga que ver con la bella costumbre de las caminatas en el bosque, en medio de la gigantesca montaña, que te hacen sentir pequeñito y rodeado de inmensidad.
La soledad de mi cuerpo y mis ojos. Tiene algo de melancólico, la calle citadina de noche; pero si estoy en esa soledad tan mía, no importa. Puedo disfrutar detalles que no puedo captar estando con más personas. Esa brisa minúscula que agita apenas las hojas en las veredas, explayando un otoño marroncito y tibio. La belleza del paisaje, por más intervenido que esté. Es el mismo principio filosófico que en el sur: para ver o escuchar hay que callar mucho y abrir mucho los ojos. Pasan miles de cosas segundo a segundo que se nos escapan en múltiples vorágines. Me da un placer divino que me llena despacio los adentros, el hecho de buscar la calma del latido del corazón, la armonía de la respiración, una sensación como de aplomo firme al caminar, la atención puesta al servicio de la admiración de lo que me rodea. Me preparo para impresionarme, para disfrutar la minúscula partícula de lo que es, que es en cada objeto, la belleza que tienen por el sólo hecho de ser. Por el sólo hecho de estar en relación con otros elementos y conformar un todo que me rodea y le da sentido a mi existencia, directa o indirectamente.
No hay otro modo de explicarlo; lo llevo en la sangre quizás. En los ojos, imprimida en la retina: la montaña con sus bosques y arroyos. ¿Cómo te lo trato de expresar? A mi me da felicidad y calma, caminar o sentarme, y saberme solo. A mí me emociona, me hace vibrar las células saberme solo y eterno. Cuando los tiempos no me lamen los talones, apurandomé, cuando estoy solo y el tiempo me es indiferente. Puedo ver, escuchar y apreciar lo que sea. Puedo ser empático y sentir como cualquier ser vivo o muerto que se me cruce; puedo imaginarme cada detalle de la vida de un escombro de cemento con sus hierros retorcidos, o de una hoja movida por los vientos hacia rumbos infinitos y desconocidos. Puedo representarme segundo por segundo el viaje de una gota iridiscente, desde la nube madre hasta la tierra tumba. También puedo ser la cinta traslúcida que forma al charco y la onda expansiva de los claros de agua cuando su imperturbabilidad es puesta en duda. Es un ejercicio que amo, necesito, siento imprescindible. ¿Cómo te lo explico? Yo entiendo que quizás es muy sencillo lo que digo, pero siento que no soy capaz de transmitirte lo que a mi me genera. No te dé preocupación que prefiera caminar sólo, o quedarme sentado en mi silla, en el balcón, fumando un cigarro y mirando el atardacer con la única compañía de un tango o las armonías sanguíneas de Atahualpa: a mí eso me hace feliz. Convivo con mi soledad en encuentros paulatinos que me renuevan como un rocío nocturno a una planta. A veces, quizás viene a mí agresivamente y me rodea con fines bélicos. No importa, sé neutralizarla en esos casos: nada es definitivo, nada descansa en lo inamovible.
Ser compañero de la soledad de uno. Es casi paradójico; y dejame introducir esto. Existe la soledad y la soledad de uno. La soledad de uno está domesticada, es la que me acuna, yo recurro a ella, la elijo y no al revés. No es que sea solitario, no. Simplemente, hay momentos específicos (a veces más, a veces menos) en que necesito charlar cosas con mi soledad, en perfecta intimidad. Yo me conozco palmo a palmo porque -en lo posible- no me oculto nada. Algo se me escapará, pero me soy despiadada, delicadamente sincero. Diserto y discuto, analizo y perfecciono la técnica en mis pensamientos solitarios. Me hago chistes y me los festejo, solo. Me someto a crítica. Me canto al oído en susurros. Me imagino los futuros y pasados posibles. Infinitamente solo y feliz. No me pesa mi propio ser. Él puede estar quieto, puede estar callado, sólo recibiendo estímulos de afuera: colores, olores, imágenes de lo inmenso. Me gusta sentarme a observar: vaciar mi cuerpo de inquietud y llenarlo de hermosura. Después se me deposita en el fondo de los ojos y se me puede ver la mirada clara. Eso es paz. Ojo, no es que siempre me salga ni mucho menos. Pero tengo bastante práctica en que sí. Quizás tiene que ver con que me convencí bastante de que todo se reduce al amor y la empatía. No puedo dejar de amar al mundo, pero necesito estar en plena paz para poder alcanzar ese estado de permeabilidad, para dejar que me atraviese los poros el mundo con todos sus componentes, el salvajemente inmenso y el pequeñísimamente infinitesimal. 
Del minúsculo al minúsculo siguiente existe el universo entero, lo inconmensurable. El Todo y la Nada conviven de átomo a átomo y el espacio entremedio sólo le pertenece a la soledad. Que es sana, que no muerde, que si intentás, se deja acariciar. Es como sumergirse en un arroyo frío de montaña: te limpia la piel y la cara, te humedece cada parte del cuerpo y la mente con esa frescura intensa que te hace circular la sangre más rápido.
Todo esto me pasa cuando te pido que no me lleves, que hoy prefiero ir caminando.

miércoles, 15 de julio de 2015

La grieta dual

No nos confundamos: esto no es inmersión, es incineración.
Es explayarse tempranamente, redondear una idea,
es especulación crónica, es biombo entre dos
parece una línea delgada que pone en cuestión,
lo incuestionable.
Pienso, pienso sobre esos que miran el cielo.
Qué de estrellitas, qué inmersos, qué azul profundo oscuro al fin.
Qué luminiscencia más contraria a la esencia del sigilo.
Senderitos y tallos bordeándolo configuran esta red que nos envuelve
a mis amigos y a mí, nos acuna. Nos cuenta historias que soñamos
nos contiene en un lago tibio de verano
como un fractal, estrellado en similitudes y contracciones
¿te santiguaste despacito al ver la terror entrandoté por los cuerpos?
los poros, ¿sabían a sangre desguazada por los tironeos de los potros?
¿había, acaso gusto a revolución y te lo quitaron de la boca, como enjambres?
el delirio y la mística: ¿te globalizaron la percepción, te pintoresquearon las sonrisas y te las vendieron al Mercado?
Te faltó decir, quizás, que el camino más directo a los submundos acuáticos, no son los ríos, sino los glaciares. O nuestros ojos.


miércoles, 27 de mayo de 2015

¿Y qué?

Subsumidos en los silencios
que dictaban / las partituras
mis tímpanos / acudieron
entregados
al suicidio en masa de la obscuridad compartida
plena de vos,
la sal de mis tímpanos
(que no se agrietan si se agitan)
sólo transcurre / quedamente;
al final de cuentas, ¿qué más da?
Si lo intrínseco de todos modos, nos gobierna.
Si no lo explico, ¿y qué? / lo enrojecido de mi sed
me abre puertas incongruentes
el delirio místico me ensorbece
y el rechinar solo demuestra / con una brillante parsimonia
(que huele a viejo)
lo oxidado que está el gozne / simplifiquemos:
no toquemos otros temas,
pudrámonos delicadamente / en el infinito.
El infinito.
Si total, la vida es así hermosa
con sal / o sin ella / en mis tímpanos
o en mis ojos:
con forma de lágrima /
o de amor-odio
¿Y qué? Si al fin y al cabo, lo circular y recíproco /
lo simbólico y violento / lo subyacente y velado
es lo que menos apreciás,
lo que más apostaste:
disparidad energética / de entes, salpicados


miércoles, 20 de mayo de 2015

Funeral

No te entierres. 
Para eso ya están los acoholes de verano
o primavera / esos sopores
tiernos / como de siesta improbable,
calladamente,
porque / sí,
imposiblemente lejos / de la mano
que se estira bebiéndolos /
escandaloso / final
para tan bello atardecer.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Tus orillas

“Yo me duermo a la orilla 
de una mujer: yo me duermo
 a la orilla de un abismo”.

 La noche/3 – Eduardo Gleano

Si yo salto 
tus orillas, espero no
hundirme en la espesura
subacuática.
Si los sistemas solares
se asemejan a los ecosistemas
de tus orillas, reverdecen mi voz porque
me entibian los adentritos.
Si exhalamos juntos que sea por intimidad; no por
estar abandonando esta vida.
Si tus orillas me seducen e invitan, que el agua
sea cálida y limpia, azul marina.
Si la mar de tus ojos a veces brilla
cuando rebalsa, que mis manos, mi piel y mis susurros
alcancen para orbitar tus penas
hacia sentimientos más soleados.
Si las orillas se secan, en algún momento,
porque ya no llueve, o porque a la marea se le olvidó subir,
que sea por algún fenómeno natural;
no porque vos, o porque yo,
hayamos edificado un puerto que bloquee los arrecios
de esas furiosas olas que todos
llaman: tormenta
y que nosotros llamamos: poesía.

domingo, 19 de abril de 2015

Francisca

Ilustración: obra de Nahuel de Vedia
  Jeremías nació por octubre de 1992. Ya desde tierno bebito había sido un caso extraño para sus padres y para todo aquel que lo conocía. Jeremías balbuceaba con patrones rítmicos precisos, tosía con síncopas inexplicables y sólo paraba de llorar cuando alguien tenía el buen tino de poner algo de música en la radio de esa casa ruidosa y familiera de cuatro hijos.
  Cuando cumplió diez años, sus padres lo embarcaron en una sucesión interminable de médicos y profesionales. A Jeremías se le había desarrollado una malformación: justo debajo del brazo derecho, estaba naciendolé una guitarra, y una muy buena, como afirmó preocupado el padre, que sabía algo de esas yerbas. Cuerdas, mástil, clavijero, puente..., enterita enterita le estaba saliendo. Claro, Jeremías no se anduvo con vueltas y decidió aprovechar la atípica situación. Desde ese momento no dejó ni un minuto de tocarla y siguió con sus hábitos musicales en las toses, la respiración, el habla, los ronquidos y todo lo demás que pudiera ser musicalizado.
  Siempre lo ves, ahora, toqueteando cosas, arrancando armónicos de acá, armónicos de allá, robándole música hasta a los zapatos viejos. La gente queda estupefacta cuando lo ve abstraído, golpeando rítmicamente una biblioteca o incluso arrancando sonidos de una pava vacía; resulta ciertamente desconcertante, más cuando uno escucha las explicaciones: no, estaba tratando de ver las resonancias en distintas cosas (!!).
  Asombroso fue también cuando, más adelante, del otro brazo le nació un bulto nuevo que después se comprobó que se trataba de un bajo eléctrico. Y la cosa no paró ahí. Poco tiempo después, del pecho salieron en el plazo de uno o dos años, un charango y el piano marrón oscuro, ése que gracias a la oportuna cirugía que se lo extirpó y le salvó la vida, ahora puede ostentar en su casa de Buenos Aires. 
  Jeremías no sólo se inundó de música: paralelamente se construyó un mundo de poesías y reflexiones, un mundo de eterno niño asombrado. Siempre está diciendo por ahí, con su buen humor a flor de piel, o cuando se encuentra absorto, ensimismado: el fondo de mí es lo que estoy analizando; o como quien abraza una situación irremediable, constata con irreprochable racionalidad científica: lo que es, es. Quién mejor que él lo sabía, que había aprendido a vivir con los instrumentos encarnados en su ser, ¡que hasta él mismo era un instrumento de alguna divinidad pagana de la música! Y así siguió creando Jeremías, sonidito más sonidito, síncopa que va, corte-corte que viene, estribillo y cantata, coro y tocata, lírica, poesía y qué se yo cuánta cosa más. 
  Sin embargo -y en esto no tengo ni la menor duda-, dicen que la mejor música siempre es la que se hace de a dos. Para el tiempo en que Jeremías era más música que hombre, conoció a Juana y  sintió el amor. Jeremías compuso su mejor canción con ella, con Juana. Y le pusieron de nombre: Francisca.

miércoles, 15 de abril de 2015

Lo sublime y la mar

Lo sublime siempre parece alcanzarnos, con cierta intermitencia, como esos días de sol tibio en pleno invierno nevadito. Una de las tantas veces que me llegó -me acuerdo- fue con su nombre,  maestro. Aquel primer vistazo fue impacto y salpicón, como quien conoce por primera vez algo divino. Que sí, que fue así; en realidad fue exactamente eso.
Conocí la síntesis del espanto, el horror y la tristeza profunda, con la dulzura, la ternura, la belleza poética de tu melancolía. Mixtura delicada y entretejida de tiempos, cuentos, historias de penas y lagrimones remojados al sol. La función del arte/1 fue uno de interminables chispazos y baldazos de agua fría a mi cabeza y mis ojos -y con retornos recurrentes-.
Recuerdo lo sublime en la sencillez del artículo femenino para “mar”. La mar. Así sonaba vasta y hermosa, misteriosa, profunda y azul. El mar, como con límites; la mar, así: como infinita.
Toda una tarde derramé tus penas que me convidaste en tus páginas y letritas, y fue mucha belleza y mucha tristeza juntas. Podría haber seguido leyendo horas, por lo absorto que me sentía, pero el alma me pidió un descanso, por lo fuerte de los múltiples significados (o también: por lo múltiple de los fuertes significados).
Lo sublime, también, es que alguien te sensibilice, te haga llorar y te recuerde el gusto a sal en los labios resecos: son ricas las lágrimas, ¿qué no?
Algún otro día -en realidad recuerdo con precisión de cirujano qué hora, qué día, que mes, pero es un secreto- le leí aquel retazo de lo sublime a un otro retazo de lo sublime, con forma de mujer, con forma de Luciana. Se lo leí despacio y acompasadamente, porque ese decir escrito sobre la mar me parecía profundamente hermoso, como ella me parecía profundamente hermosa, y no podían más que combinar y llevarse muy bien: el relato y ella, ella y mi voz relatandolé el relato, el relato y yo fusionando esas dos hermosuras (la suya y la del relato).
Dejé ese libro en sus manos, un divino abrazo en la piel y ojos de otoño. La quise abrazar para siempre así, calladito pero lleno de mensajes reflejados sutilmente en ese libroabrazo, de tiempos e historias.
Lo sublime es que se tradujera el abrazo en libro y lo dialéctico de que el abrazo del libro fuera abrazo de piel; lo sublime, también, es que encontrara la mar en forma de mujer, en forma de Luciana, y amara al escritor por haberme sugerido -sin jamás saberlo, sin jamás sospecharlo, o tal vez sí- lo profunda, azul oscura casi negra, fresca, salada, hermosa y llena de vida que era ella: la mar-mujer.
Lo sublime, a lo mejor, es que él, Galeano, me ayudara a mirarla a ella, la mujer, la inmensa mar.

lunes, 13 de abril de 2015

Hasta siempre, compañero Galeano

Galeano es un tipo que supo emocionarme bien, hacerme pensar, volarme la cabeza y de golpe la dulzura, de nuevo: sus formas y palabras. Voy a dejar unos audios. Si algo es más lindo que los escritos de Galeano, son sus escritos leídos por él. 
También, dejo un escrito hermoso y profundo.

DESCARGA
>Bocas del tiempo

>Galeano y Gelman

La frontera del arte
Fue la batalla más larga de cuantas se pelearon en Tuscatlán o en cualquier otra región de El Salvador.
Empezó a la medianoche, cuando las primeras granadas cayeron sobre la loma, y duró toda la noche y hasta la tarde del día siguiente. Los militares decían que Cinquera era inexpugnable. Cuatro veces la habían asaltado los guerrilleros, y cuatro veces habían fracasado.
La quinta vez, cuando se alzó la bandera blanca en el mástil de la comandancia, los tiros al aire empezaron los festejos.
Julio Ama, que peleaba y fotografiaba la guerra, andaba caminando por las calles. Llevaba su fusil en la mano y la cámara, también cargada y lista para disparar, colgada del cuello. Andaba Julio por las calles, polvorientas, en busca de los hermanos gemelos. Esos gemelos eran los únicos sobrevivientes de una aldea exterminada por el ejército. Tenían dieciséis años. Les gustaba combatir junto a Julio: y en las entreguerras, él les enseñaba a leer y a fotografiar. En el torbellino de esa batalla, Julio había perdido a los gemelos, y ahora no los veía entre los vivos ni entre los muertos.
Caminó a través del parque. En la esquina de la iglesia, se metió en un callejón. Y entonces, por fin, los encontró. Uno de los gemelos estaba sentado en el suelo, de espaldas contra un muro. Sobre sus rodillas, yacía el otro, bañado en sangre; y a los pies, en cruz, estaban los dos fusiles.
Julio se acercó, quizá dijo algo. El gemelo que vivía no dijo nada, ni se movió: estaba allí, pero no estaba. Sus ojos, que no pestañaban, miraban sin ver, perdidos en alguna parte, en ninguna parte: y en esa cara sin lágrimas estaba toda la guerra y estaba todo el dolor.
Julio dejó su fusil en el suelo y empuñó la cámara.
Corrió la película, calculó en un santiamén la luz y la distancia y puso en foco la imagen. Los hermanos estaban en el centro del visor, inmóviles, perfectamente recortados contra el muro recién mordido por las balas.
Julio iba a tomar la foto de su vida, pero el dedo no quiso. Julio lo intentó, volvió a intentarlo, y el dedo no quiso. Entonces, bajó la cámara, sin apretar el disparador, y se retiró en silencio.
La cámara, una Minolta, murió en otra batalla, ahogada en lluvia, un año después.