martes, 10 de noviembre de 2015

Ni lo uno ni lo otro

El lugar de mi persona se haya en tu persona. Es ilógico pero, lógico al mismo tiempo. Conozco a algunos que hablan de contradicción y la llevan en su propia frente. Tan pero tan clara. Ojo. Todos somos contradictorios. La humanidad está plagada de contradicciones. Yo me incluyo. Por suerte. Porque errar es humano. Y yo soy muy humano. Pero, ¿viste que hay gente que no existe? Si. Oíste bien. Gente que no existe. Gente que no está. Gente que se miente. Para mí no existen. La cagada es que para ellos, yo no existo. Pero bueno. Así es la vida, ¿no? Qué le vamos a hacer. Gente que mira su propio ombligo. Gente que escupe a los otros por ser distintos. Simplemente distintos. Si. Distinto. Yo soy distinto. ¿Distinto a qué? Distinto a esa gente por lo pronto. Si, pero también soy distinto a ese otro. El que se acerca más a mí. Porque no soy él. Por más que estemos mucho más unidos que otra tanta gente. ¿Entonces en que quedamos? Y, quedamos en que no hay nadie igual a nadie. Lo cual no es ninguna sabiduría milenaria, o mejor dicho, revelación universal. Es una simple verdad. Muy, muy simple. Pero como todo lo simple, muy difícil de asimilar, ¿no? Porque al final la diferencia entre algunos egoístas y su propio ser, caminando con la frente orgullosa, pero de rabia, no de bien, altaneros a más no poder, soberbios con su cara que siempre esconde una mirada esquiva ante cualquier pregunta incómoda, sanos de mentira, engañosos porque tristemente se engañan a sí mismos, esos que hacen preguntas para no oír respuesta alguna, esos que tiran la posta como acaudalando el fondo de sus propios martirios; al final ellos la diferencia es que son tan distintos a mí. Porque ellos quieren por inercia ser parte de un todo. Y el único todo del que podemos ser parte es el uno. El cada uno. ¿Me entendés? Cada uno es cada uno. Cuando podamos pensar solos, vamos a estar juntos. Te respeto porque sos otro, no porque sos parecido a lo que a mí me gusta. Por eso simplemente me gustás. Pero no te respeto porque me caigas bien. Te respeto porque sos un ser igualito a mí. Tan puro y hermoso. Tan ciego e ignorante como yo. Tan letal y tan inocente como yo. Tan lleno de todo y lleno de nada, con tanta sabiduría, conocimiento, experiencia, asombro y poesía, y en algunos finales tan rozando la estupidez, el resentimiento, la envidia. Como yo. Igualito a mí. No hay uno sin mil, millones, todos. No vale nada aquel, si ese otro tampoco. Así es la vida, o debiera ser para mí. ¿Para vos no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario