Tiempo. Ladrillos de miel, pegajosos y ambarinos, moldeando
su forma ambigua, argamasa de las horas antiguas.
Tiempo. Segundo a segundo, el infinito trasladado a toda
criatura viva. Incólumes viven sus retazos de tiempo, esperando el mañana,
meciendo el ayer, y acariciando el hoy. Hoy siempre existe y el nunca acaba.
Nunca es el tiempo que va a venir. Siempre es ahorita.
Tambaleándose avanza el día y todo da paso a lo demás. Fluye
silencioso e inexorable.
No se detiene y es bueno que así sea.
Tiempo. Hormigas en recta línea trasladando alimento. Hojas
y tallos, restos y pellizcos de plantas y árboles. Día, noche. Tarde, mañana.
Primavera o verano. Y otoño, e invierno.
Secuencias abstractas, divisiones imaginarias y gramos de ingenio cronológico.
Tiempo. Hoy semilla, mañana retoño. Años después, árbol
joven y siglos en el futuro, sabio y enorme raizal de troncos, ramas, más
semillas. Nuevas semillas. Nuevos árboles.
Hoy semilla pequeña. Mañana árbol enorme y ancho.
Tiempo. ¿Existe?
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