Siempre me revuelco en el
torrente del espacio. Como el remolino de un agujero negro. Una escalera
vertical que sube, que se vuelve diagonal, que se vuelve un tobogán de marfil. Y
los elefantes de patas kilométricas caminando por ahí, en las dunas de hierba.
Una nube oscura pasa. Tiene estrellas
y astros adentro. De su interior sale una princesa mariposa, con sus alas
turquesa y violeta.
El hechicero de los tiempos hace
mover los ciclos y convierte piedras en montañas, ríos en lagos, semillas en
árboles centenarios.
Yo contemplo todo desde mi hoja
roja de tela. Llueve jugo de frambuesa. Una vieja con seis brazos sostiene un
paraguas, un libro, un bastón, una pipa y una cartera. En una esquina de un
camino, unos orangutanes esperan un tren. De pronto, unos rayos de sol lila. Tres
lunas naranjas en el horizonte.
Unos lagartos con alas compiten
en el cielo con unos cuervos gigantescos. Y en un costado del campo, unos niños
de ojos verdes juegan a la rayuela.
¿Es un sueño todo esto? No. Es mi
mundo de ensueño.
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