No soy una planta, pero aprendí a guiarme por instintos. Sigo esa luz que a muchos se les aparece: es mi alimento, mi humedad y materia.
Y aunque no hay teorías que expliquen mi ser, esa anónima conexión entre uno y cada célula de sí mismo, fuera de un mero hecho biológico, estoy satisfecho. Supongo que me parece bien que así sea; las teorías tienden a encasillar, a ser absolutistas. No entienden de desbordes y desquicios. Las patrañas que gritan unos incultos al calor de su fogata, inundados de locura, contienen tanta poesía, tanta dulce vida que los inadaptados demuestran ser felices. Sin tanta formalidad... entonces, ¿para qué?
Si al fin y al cabo, lo verdadero es lo que arde profundo dentro. Sólo eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario