jueves, 30 de mayo de 2013

Cuando la palabra no es

Cuando la palabra es dicha, cuando se la suspira, o se la escupe, cuando la respuesta no existe, y solo existe la palabra, que sin respuesta tampoco existe; cuando la palabra no resuelve nada: no es.
La palabra no es.

Cuando miro el espejo y le susurro la palabra, que no dice nada, no emite sonido, no explica ni describe, no agita sensaciones, no provoca amores; cuando no resuelve nada: no es.
La palabra no es.

Cuando me vuelvo loco y marco las líneas con decisión, con catársis, con ira artística. Cuando las líneas de la palabra no son suaves, sino negras, oscuras, delineadas y profundas. Cuando la palabra indica desquicio, caos. Cuando la palabra no da calma, no tranquiliza, no estanca la laguna; cuando no resuelve nada: no es.

La palabra no es.

Y ahora, ahora que mastico la palabra y la hago goma, ahora que la extirpo de mi cerebro para lanzarla al vacío del exterior, ahora que la palabra es pronunciada y se lleva, junto con el sonido, un pedazo de mí mismo, un profundo secreto, o un terror de esos que muerden los talones, o un último vestigio de posibilidad; ahora, cuando la palabra no rebota en otros labios y no atraviesa las carnes y venas de los cuerpos desnudos, ahora, cuando no arriba, ni echa sus anclas, ni toca la piel, no deposita su carga tampoco y entonces no resuelve nada, no es.

La palabra no es.

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