sábado, 13 de julio de 2013

Paisajes: Las vías del tren

Tocata al atardecer. Este lugar es especial, completamente distinto. En las vías del tren, a los lados, el pasto está cortado y huele fresco y terroso. Unos buenos árboles regalan sombras y sus hojas se hamacan suaves. El promontorio de las vías se eleva perfecto y como no hay grandes edificios cerca, se crea la ilusión de estar en el campo.
Disfruto de unos mates: el calor subiéndome por el cuerpo, el vapor, la hermosa visión del mate humeante y la yerba seca amontonada en una prolija pila. Mi amigo y sus cabellos locos, bañados por una mezcla de luz rosa, naranja y amarilla, cálida y dorada. El hombre-niño desliza los acordes por entre briznas de pasto. Llegan en olas marinas de música a mis oídos, y yo los recojo, los acuno y los acaricio. Las dulces notas, la bella música y la dorada luz de un atardecer que se escurre. Uno más, de tantos.
Nos ponemos viejos, pero no nos importa.

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