viernes, 26 de julio de 2013

Perros de nadie - Esteban Valentino

Subo un libro muy pero muy bueno, de un escritor argentino que se llama Esteban Valentino. Es uno de los escritores que más me gustan, porque tiene un estilo muy particular, una cuestión de variar en muchas de sus obras de tercera persona a primera, y volver y generar cierto caos que va aumentando la tensión... además es muy profundo en su mensaje y elije palabras que pueden introducirse en nuestros ojos, nuestros seres, rozando las partes más suaves, las más sensibles. Perros de Nadie es un libro que describe dos historias básicamente, que en realidad son las historias de miles: pibes de la villa, de barrios olvidados por gran parte de la sociedad, donde los niños son hombres desde muy pendejitos. Estas historias, donde tienen que sobrevivir como puedan al avasallamiento de un sistema entero que los quiere marginar. Muy bello, por momentos duro (si se logra entrelazarse con la historia) y con un final increíble. Otros libros del mismo autor que recomiendo mucho son: Todos los soles mienten, Un desierto lleno de gente (cuentos) y La soga. Que disfruten, locos-locas.

Link*:  http://www.mediafire.com/view/x19d2v6ljl6blbr/Perros_de_Nadie.pdf

*Se puede leer en internet o descargar.

martes, 23 de julio de 2013

Live at Pompey - Pink Floyd

Les comparto una excelente película recital/documental de Pink Floyd, que fue grabada en Pompeya en 1972 y presentada en 1974 (si no me equivoco). Está genial, recomiendo ver con las luces apagadas y buen volumen, y no sigo agregando sugerencias porque dirán que hago apología a las cositas ilegales.


Sin más, Vivo en Pompeya de Pink Floyd.


El mapache de rama

El era un mapache hecho de rama. Se topaba con la chispa y temblaba; se topaba con los suyos y se avergonzaba. Era único. No tenía igual; no tenía par. Y por eso lloraba solo. Pero no muy fuerte, para no humedecerse.
De repente la tierra quería tragarlo. Otro día una liebre lo masticaba, y él se desprendía gritando: “¡No soy una rama!, solo soy distinto”. Solo era distinto. Pero a la noche le costaba raíces, y de día cortezas. Tenía fuertes sueños en que se lamía sus ligeros pelos marrón claro. Ahí todo era hermoso y se podía bañar en el agua transparente. Pero luego se volvía pesadilla y se quedaba clavado convertido en tronco en un desierto eternamente.
Paso que un día, mientras se rascaba una lombriz que anidaba en él, vislumbró una pequeña lenga que descansaba en una colina. Se acercó para olerla de cerca. Era frágil y fuerte al mismo tiempo, y la savia corría dulce en ella como una cascada en enero. Se enamoró. Entonces se lamentó de su condición de rama putrefacta en un cuerpo condenado a perecer. El sol se apuraba a hundirse a lo lejos, entre los últimos resquicios de unos sauces viejos.

De repente pasó una libélula y el correr del tiempo descansó por un momento. Entonces el mapache se dio cuenta que era cortezas y raíces, y no pelaje marrón. Se dio cuenta que era rama y no mapache. Pero se dijo a sí que podía pelear por ser la rama más vigorosa y clara del valle.

miércoles, 17 de julio de 2013

De cómo el viento se fue al sur

¿No ves aquella estrella? - muchacha pregunta, descalza, y acaricia el vano de la puerta.
No, no la veo. La respiro - muchacho que es puerta, recibe la caricia y la deposita en un recuerdo. La madera cruje. 
Convidame su olor, hombre-niño - pide ella, anhelante.
El hombre-niño se inclina y agita el aire en las pupilas hermosas de la mujer. Luego las toca con la punta de la yema de sus dedos, siente el agua de los ojos y condensa toda la humedad de su ser en una sola gota. La gota no se ve por ningún lado.
¿Y, te gusta el olor? - pregunta, pensativo. Algo lo preocupa, o lo ocupa. Está un poco lejos, flotando.
Ajam, sí, me gusta. Se parece a vos, el olor de la estrella. No a tu olor, sino a vos. Se ve que respiraste un poquito de vos cuando me respiraste el olor de la estrella. Se te escapó una gota de tu esencia - sugiere la muchacha ojos de papel.
Ya sé... sí, te regalo esa gota de mi esencia. Bebela, o depositala en aquel arroyo. Tiene un poquitito de luz de estrella, también - explica el niño, el joven, el anciano. El ser sin tiempo. Estridencias se escapan de los brotes psicodélicos de las plantas que observan, las estrellas se dilatan y multiplican y son solo constelaciones infinitas que se ciernen sobre ellos: los inmortales dos.
Abrazame - piden juntos. Se ríen y se abrazan; tal vez también se besan. Los amaneceres se suceden, sin transcurrir.
Ahora me voy - se excusa él. La mirada de ella es de acusación. A él le duele, pero no deja de hacer lo que está haciendo. Cuelga unas sogas de su barca y la empuja aguas adentro, sobre aquel cielo líquido, reflejo de un cielo intangible, que no saben si existe o si lo están soñando. Los remos se sumergen con rumores profundos y las ondas de agua expiran antes de tocar la mano de la mujer, que ha envejecido de pronto. Sus dedos arrugados rozan la superficie del lago-cielo y cuentan estrellas. Odia las despedidas; de hecho no las comprende. El hombre, ahora anciano, lo sabe, pero no puede hacer nada. Solo remar entre esos hilos de plata suaves. La luna deja caer un halo de neblina sobre los amantes, para que sea más rápida la separación. La muchacha que recién era vieja, al instante siguiente es niña frágil y abandonada. Derrama lágrimas de bronca, de miedo, de amor o no sé de qué. Entre ellas, se escurre la gota que el hombre-niño le había regalado.
La gota apenas besa la superficie del lago-cielo y se congela, tanto es el hielo que emana de la tristeza de la barca: la barca-vida que se lleva al hombre-niño lejos de su amor-odio, que yace casi desvanecido en la playa-pasado.

sábado, 13 de julio de 2013

Paisajes: Las vías del tren

Tocata al atardecer. Este lugar es especial, completamente distinto. En las vías del tren, a los lados, el pasto está cortado y huele fresco y terroso. Unos buenos árboles regalan sombras y sus hojas se hamacan suaves. El promontorio de las vías se eleva perfecto y como no hay grandes edificios cerca, se crea la ilusión de estar en el campo.
Disfruto de unos mates: el calor subiéndome por el cuerpo, el vapor, la hermosa visión del mate humeante y la yerba seca amontonada en una prolija pila. Mi amigo y sus cabellos locos, bañados por una mezcla de luz rosa, naranja y amarilla, cálida y dorada. El hombre-niño desliza los acordes por entre briznas de pasto. Llegan en olas marinas de música a mis oídos, y yo los recojo, los acuno y los acaricio. Las dulces notas, la bella música y la dorada luz de un atardecer que se escurre. Uno más, de tantos.
Nos ponemos viejos, pero no nos importa.

Paisajes: Desde este Café

Desde este café la calle se ve distinta. Afuera, el invierno; adentro, esta suerte de primavera otoñal, cálida y leñosa. El café espera espumoso y arroja esos vapores que prometen incendiar mi congelada garganta. Las facturas ruegan por conocer mi dentadura, y mi estómago pide otro tanto.
Lindo rito, este de tomarse algo caliente, observar la calle gris invernal y escribir algo en las páginas amarillentas de viajes. Lindo rito.
Tiene un no-sé-qué muy atractivo observar las caras coloradas de frío de la gente, acurrucada entre sus ropas, con los cuellos ceñidos y apresurando el paso.
También tiene un no-sé-qué atractivo mirar el cielo lleno de nubes anochecerse y dejar caer esas minúsculas lágrimas de rocío iridiscente. Dulce toque nocturno: las luces de los autos corren veloces y acompasadas; comparten su color con lo oscuro.

domingo, 7 de julio de 2013

Fotito

Una linda foto que encontré por ahí


Dicen, a veces dicen.

Dicen que las mujeres y hombres que aman el arte son muy dulces, muy hermosos al hacer el amor. La única razón de esto es que saben, sienten, que la Mujer o el Hombre son obras de arte, del más puro y elevado arte, y cuando se tocan entre sí, tienen la suavidad de quien toma una obra maestra. Solo cuando están desnudos, en absoluta exposición, surge la escultura que somos todos: cada mujer, cada hombre. Y está bien que sea así. Sin embargo, también dicen que no todos pueden hacer el amor. 
Y es que no todos pueden ver la escultura, la música o la pintura que es la desnudez. Solo el que sienta al amor como un arte, (no importa si es amor entendido como enamoramiento, o como simple pasión por la danza de los cuerpos) solo el que sea un artista de las caricias, de los besos y los cuerpos desnudos, los suspiros y también la piel incendiada; solo aquel que disfrute conociendo los secretos que el cuerpo exuda, y entienda que como todo en la vida, el amor también es un arte; dicen que solo el ser humano que logre eso será inmortal por unos pocos segundos.

sábado, 6 de julio de 2013

Sueño con artistas

Tuve el sueño más hermoso de cuantos tuve, o al menos, de cuantos recuerdo. Amanecía o atardecía en mi casa de las montañas. La luz entraba dorada por la ventana e iluminaba todo, dándole un aire de perfecta armonía a la habitación. Yo, detrás de un sillón, observaba a las personas que estaban sentadas en ronda, sobre otros sillones o sillas. 
Primero fijé la atención en el que estaba más próximo a mí: David Lebón tocaba su guitarra, improvisaba, jugaba con los sonidos y con su voz tan fascinante. Giro mi cabeza y miro al que se sienta a su lado. Spinetta, dorado, lleno de vida y de música. Luis Alberto, con una guitarra gastada, de color bronce con óxido, como herrumbrada, de un sonido único, divino. Sonreía feliz el Flaco y disfrutaba del arte. La luz lo envolvía y lo iluminaba de una manera distinta a los demás en la habitación. Más allá y con un piano eléctrico, Charly García, el de ahorita, pero sano, fresco: sonriente y ágil, como los viejos tiempos. Los dedos flacos danzando entre las teclas y soleando sobre una base de jazz que los compañeros le ofrecían. Daba cátedra de solos de piano, era pura música, puro arte indómito y todos reían felices de verlo bien al loco Charly. 
Yo iba rodeando el sillón de David y Luis, y veía a Rodolfo García, el batero de Almendra, tocando suavemente una base exquisita. A su lado, intercambiando miradas de complicidad, Pedro Aznar y su bajo, extensión de los brazos y dedos. También estaba León Gieco, con su armónica y su presencia inevitablemente llamativa. Todos emanaban felicidad, gozo, arte y música. Todos estaban sonrientes de verlo al Flaco vivito y coleando, tocando con ellos, y a Charly tan sano y tan virtuoso como en sus mejores años. Todos tocaban para ellos dos, y para mí, que había terminado de rodear el sillón y, sentado en el piso de frente a Lebón y Spinetta, me limitaba simplemente a mirarlos embobado, tratando de entender por qué me visitaba el Flaco Luis, y por qué estaban todos en mi casa, disfrutando plenamente del encuentro. 
La verdad es que muchos dirán que fue un sueño. Pero no, es vida… yo ahora ya sé qué se siente escucharlos a centímetros de distancia, al alcance de la mano. Sé que se siente contarles los dientes de la sonrisa, y sé cómo se ven los artistas cuando retornan de la muerte para la última canción. La melodía nunca acaba; la melodía sigue.

viernes, 5 de julio de 2013

Sentidos

Cada vez que vuelvo a mi pueblo es distinto. En cada oportunidad, mis sentidos tuvieron distinto contacto con el mundo que es mi pueblito, la comarca, la región.
Recuerdo la primera vez que volví después de estar varios meses afuera. Se me llenaron los ojos de belleza, de amor por los árboles y de pasión por el agua corriendo helada en los arroyos de deshielo. Recuerdo mirar hacia el atardecer rosado, las nubes pintando plumas de colores entre las pinceladas de nieve de las altas cumbres, todo colorido por el Sol que se acunaba en el anochecer. Me acuerdo de levantar los ojos al cielo nocturno y contar las estrellas mil veces, porque era lo que más extrañaba de la cordillera: la abundancia de estrellas con las que yo simplemente me pierdo, quedo absorto en su contemplación. Las pupilas recogían su luz, la acunaban y yo contaba y contaba estrellas, constelaciones y planetas. Siento ahora mismo, mientras escribo, la sensación de intentar atrapar para siempre el hermoso recuerdo del cielo estrellado en mi mente, para cuando volviera a la ciudad.
La segunda vez... en verano. Fue el tacto. Sentir con la yema de los dedos todas las cosas, intentar descubrir su esencia con tan solo acariciarlas, frotarlas entre mis dedos y pulirlas. Estaba en el lago y todo mi cuerpo se centraba en sentir por el tacto. No es algo que decidiera, simplemente ocurría así: primero la vista, ahora el tacto. Hundía mis manos en la arena y la dejaba deslizarse por entre los dedos, sintiendo la aspereza de cada grano. Mis pies absorbían el calor que se desprendía de las piedras, y cuando me sumergía en el agua fresca del río o de lago, jugaba a sentir en cada mínimo centímetro de mi piel, en cada cabello, las ondas húmedas recorriéndome, refrescándome. Tocaba las cortezas de los árboles e intentaba reconocer las vetas y las grietas; pulsaba mi guitarra para hacer música. Acariciando y recorriendo con los dedos, con la piel entera, reconocí el mundo.
La tercera vez, y la última por ahora, fue el olor. Apenas entré en mi casa me invadió un olor agradable, exquisito. La nariz rió fascinada, contenta de los perfumes. Después, mientras charlaba con mis viejos, también: de la ventana entraba una mezcla de aroma a leña, tierra húmeda y pasto cortado. Caminando las calles de mi tierra, dejaba arrastrarme por el sentido del olfato. Divisaba lugares y personas, sintiendo su perfume, su aroma. El olor a escuela, tan único; el olor a auto propio; el olor de mi almohada; el de mis amigos, cada uno con su propio aroma, único entre mil aromas. Los muebles de madera, perfumados de esencia viva, los que se desprendían de las hojas mojadas de los bosques cordilleranos. Mi olfato no descansa en esta visita de sentir los aromas de esta parte del mundo.
No sé que sentido tocará la próxima vez, solo espero que cuando termine con el gusto y el oído, descubra nuevos sentidos, para que cada retorno sea distinto en el sentir de mis pasiones.

El principito (Antoine de Saint-Exupéry)

Acá va un libro, un clásico de la literatura, quizás uno de los libros más dulces y bellos. Dejo un link para que lo puedan descargar; los que no lo hayan leído, estaría genial que lo hagan, y los que lo leyeron, está bueno tenerlo siempre a mano para cada tanto dar una miradita y llenarse de esas líneas.

Link de descarga

http://www.mediafire.com/view/j9f6390vkjgzu3m/principito.pdf

martes, 2 de julio de 2013

Bobby McFerrin & Richard Bona

Aquí les dejo un increíble video de Bobby McFerrin con Richard Bona, dos de mis ídolos. Tiene una calidad buena, lo único son dos videos. Una joyita en resumen. Disfrutad!


Diálogos de guerrilla

Ernesto: ¿Y? ¿Y ahora qué hacemos?

Ramón: Tranquilo, no hay nada qué hacer. Cálmate chico, espera.

Ernesto: Bueno, pero no te entiendo. Che, alcanzame mi botiquín. Yo confío en vos, ¿no? Pero no sé qué hacemos ahora. Estamos esperando, no hay nada que hacer, decís vos. No sé. Por más que miro en profundo, no logro sacar toda la represalia dentro. La tengo grabada en la piel, ¿entendés? Está ahí, aguijonándome los pulmones. No la soporto más, quiero cagarla a tiros.

Ramón: Eh, compadre, mira que tienes cosas pa' cagar a tiros. Yo no desperdiciaría  municiones con una enfermedad, poco harán las balas… escucha, hombre. Allí en la espesura, un rumor como de hojarasca pisoteada. ¿Y tú que crees, será de los nuestros?

Ernesto: Qué se yo. Vos sos el que sabe distinguir esas cosas. Yo soy un médico, nada más. Igual si tuviera que arriesgar, no me esperanzaría. Qué bello el día, qué hermosos los aires. Mucha transparencia se respira hoy. El rumor sigue… no me gusta nada.

Ramón: Sigue y aumenta. Ven chico, carguemos los fusiles y tengámoslos a mano. Que te ha sentado bien el aire caribeño, ¿eh, Ernesto?

Ernesto: No puedo creer tu buen humor. ¿Qué te pasa estás de joda, Ramón? Pásame mi fusil. Estamos rodeados, lo confirmo aun siendo médico y sin saber nada de rebeliones. Sin saber nada de tácticas y focos.

Ramón: y eso está muy bien, Ernesto. Pero yo ya lo sabía hace un buen rato. Chico, mira. Es en estos momentos que solo quiero tocar tu mano y fundirme en ti. Somos dos, pero uno. Y no importa que tan fuerte suena la hojarasca pisoteada por este ejército. Quiero fundirme contigo, Ernesto, y que recordemos todo.