martes, 18 de junio de 2013

Memoria

Por más que hayan pasado centurias enteras, hoy todavía puedo sentir el arroyo de montaña, absolutamente helado, bañarme las espaldas y entumecerme los dedos, cada vez que recuerdo ese pensamiento: la imagen al atardecer de un glorioso cielo turquesa entregándose seductor al abrazo del sol incendiario.
Recuerdo y constatación: no existe nada; sólo la sal húmeda de mi rostro.

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