Me encontré con mi familia. Corríamos en lanchas, botes; escapábamos. Eramos una pareja y los oficiales nos perseguían; la policía. Pero de pronto: mis padres, mis hermanos, encarnados en otras personas, otro tiempo. ¡Él es tu padre! No, no, ese no es. Es ése. ¡Pero si ese es un amigo!
Y de pronto la figura de mi madre, joven, de otra época. Me seduce, quiere estar conmigo, olvidarse que soy su hijo. ¡Pero no! Si sos mi madre, es imposible, nunca va a pasar. Y se averguenza, se disculpa.
Y ahora la casa de mis abuelos, otro contexto ¿Qué tiempo? Ya no sé. Recuerdos de personas, combinaciones, parejas perdidas.
De vuelta a la lancha: nos paran, estábamos excedidos de velocidad. Y nos llevan a un apartado, un barrio humilde, calles de agua y muelles, ropa colgando. Nos piden datos (somos la pareja), documentos. ¡No pueden saber quiénes somos! Uno muestra un mapa, indica el camino por el agua; costas cercanas, islas. Yo marco la ruta que vamos a seguir con mi chica y se marca con línea punteada en el mapa.
La otra pareja (que aparece de pronto) se enoja con nosotros; debemos seguir nuestro propio camino.
Ahora estamos encerrados en jaulas. Son casas en los árboles, lianas. Es un valle. Un imperio azteca. Veo la vista desde nuestra casa. Árboles y más árboles.
¿Trepo? Me escapo. Me sigo escapando. De aquí salta a las familias que se encuentran. El principio, pero no.
Hay algo que se oculta. Que me da miedo. Esos rostros. Es un pelado gordo, grotesco. Veo sus ojos rojos. Su cara entre sombras. Apareció, pero ya no.
No logro encontrar a la familia completa. A mi familia. Cada uno está en su tiempo, en distintos cuerpos. Ya son otras personas.
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