en el fondo del país/
torturado/ callado
crepita otoñando
padeceres/ se le caen
hojitas/ dolores secos/
van al suelo/ se pudren
alimentando la furia que
vendrá/ alma mía
que así crecés contra
las bestias/ dame
valor o fuego/ pueda
podrirme/ continuar/
para que se coma la
victoria
(El
frío de los pobres – Juan Gelman)
¿Es el candombe la música de los
muchos cielos? ¿Es su alegría la canción para los días de la
vida? ¿Sabe a risa y libertad y se sienta en la piel como plumas
rozandolá o como cascadas frías sobre nuestras espaldas? ¿Es el
candombe la alegría que es canción para los días de la vida?
Y sí: callado, calloso, de golpe te
exalta los párpados como si no supiera pedir permiso, pero se ríe
con esos tintes a monedas portuguesas de siglo XIX y a uno los
huequitos de las mejillas se le forman apurados, sin preguntar.
¿Contagia esa especie de ternura, o es nuestra propia debilidad a lo
hermosamente obviado? ¿Saben las verdades verdaderas y los patrones de ritmo de
los tambores eclécticos?
Cantando otra vez, me dije: no basta
con sentir el cielo entre los dedos vírgenes de esos algodones, nos
impulsamos ambiciosos entre pajaritos, medio disculpándonos pero
medio llenos de preguntas sobre el Sol, que se asoma apenitas más
allá, sobre la barriga redondeada de una nube blanca con pinta de
señora malhumorada.
¿Y si el candombe es la alegría de
los muchos vientos convertido en canción para los días de la vida?
¿y si es el canto de algún dios, alguna diosa distraídx que visitó
la Tierra y se olvidó un tarareo divino que luego se llamó y sintió
así: alegría? ¿Y alguien tradujo: candombe? Porque a veces
pareciera necesario ser sutil y cuando se quiere interiormente decir
alegría, se dice candombe y chau, que es casi lo mismo pero más
dulce y enrevesado.
¿Y por qué no va a ser el candombe el
brote de las muchas plantas? ¿Acaso no son plantas las que lo bailan
escandalizadas en su propia borrachera de candombes anteriores-o sea,
de alegrías- esos ritmos agiteros y agitadores, los tibios
alcoholes? ¿Las plantas de los pies, no serán quizás la
materialidad misma de la alegría de los muchos dientes que se
sonríen sabrosos de felicidad que no se nubla con tanto penar y
complicaciones varias?
¿Es el candombe la música de los tantos libres que se hartaron de ser esclavos y rompieron las cadenas
aunque más no sea simbólicamente por unos ratitos, en ese baile
caliente y seductor, golpeteando las muy masticadas rabias y
sublimando los muy acarreados dolorcitos del alma,
hasta convertir todo en una masa tierna y suave, que por qué no,
podemos llamar alegría, o por áhi, si sutiezas tampoco mal no nos
venían, digo yo, a lo mejor preferimos llamarla, quedamente y entre dientes,
candombe?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario