y escupiste el
trozo, el trazo
mientras bajos los
ojos se
dibujaron, tus
morenas pestañas
jugaron a ser
represa,
inundándose.
Sentiste lo justo y lo injusto,
en tan sólo ese
segundito que
duró el sabor a
crisantemo
en tu boca
(una mancha de color
sobre
el pálido
tembloroso de tu
piel,
pálida ¿pálida de
ser consciente de
lo justo y lo
injusto?
¿lo terrible y lo
hermoso,
lo fértil y lo
desperdigado,
la vida y las
masacres?
¿lo que es singular
y lo que es plural
lo santo y lo
profano?)
Todo por culpa de un
crisantemo
dialéctico:
la contradicción
como principio elemental
también fue
constatación, consciencia y realidad
en un solo acto
violento
por su propio
vértigo.
Tus dientes apenas
estaban imaginandosé
la textura sedosa de
ese exquisito
crisantemo, a unos
pocos centímetros de él,
cuando ya tus ojos
podían ver
(como a través de
un velo acuoso)
lo exquisito y lo
espantoso, o bien,
lo sutil y lo
grotesco;
lo que trasciende y
lo que se encierra,
o por qué no,
lo irreductible y lo
negociable;
lo colectivo y lo
individual
(que es decir: lo
salado y lo dulce,
pero especialmente
lo amargo)
Tu boca y el
crisantemo,
tus dientes y el
crisantemo,
tus papilas
gustativas y ése crisantemo,
tu lengua y ése
crisantemo,
tus ojos lluviosos y
el crisantemo,
tus pestañas que
juegan a ser represa
y nuestro
crisantemo...
¡Ay, nena, apenas
una pizca de vida dorada
te bastó para
conocer todo lo Todo que es el Todo!