miércoles, 21 de agosto de 2013

Palabras

Me decidí a escribir. ¿Se puede escribir la música? Con partituras, claro. ¿Pero se puede escribir con palabras? ¿Se puede dibujar? Yo creo que sí. ¿Y se puede escribir el amor? ¿Se puede plasmar en palabras, letras, espacios, comas, signos, el amor? Si yo digo yo te amo, estoy diciendo algo. O yo te adoro, o me encantás, o te admiro, o me hacés bien (como redujo de forma tan simple Drexler). Pero, ¿Dice algo realmente? ¿Cómo es que una expresión tan coloquial puede definir algo tan único, elevado y abstracto como un sentimiento? ¿Cómo es que nos aferramos a las palabras? Es lo único que tenemos, claro. Palabras. Enojado, denota una situación. Frustrado ya es más denso. ¡Pero es todo tan relativo! Jaja... Es imposible. Las palabras, nuestros fieles luceros en el horizonte, guías; nuestros anclas, nuestra piedra sobresaliente del acantilado, son nuestro delirio. Las palabras son un delirio. No son nada. Son letras apenas. Me dan asco las palabras dijo Sancamaleón, y lo entiendo. Son ruines y traicioneras. Son tan poderosas que inclinan imperios, socavan desiertos, resucitan cadáveres putrefactos. Putrefacto; una palabra tan asquerosa. ¿Pero lo es la palabra, o la imagen que tenemos de su significado? El rojo no es rojo, es una ilusión. Podríamos llamar rojo al amarillo y nadie se lo cuestionaría. ¿O qué, la palabra rojo es más cálida? ¿Y la palabra infinito? ¿Abarca el infinito? Eso quisiéramos  Ni siquiera la palabra lago abarca un lago. Sólo una idea, etérea. Es repugnante. No tenemos nada. Nos desintegramos en palabras que son tan pasajeras. Sin embargo marcan la vida y sí: las palabras son todo lo que tenemos para mostrar lo que somos. Parecería triste, pero triste es tan solo una palabra.

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