Me armé un fuego que empezó con unas pequeñas ramitas. Soplando día a día fue creciendo y tomando forma. Hubo momentos de intensos vientos, de gruesas lluvias, y parecía que el fuego flaqueaba. Pero se mantuvo. Siguió firme iluminando, irradiando calor. Lo fascinante de este fuego es que cada día es distinto. Y por más que a veces me quema; es mi fuente de calor, me arropa con su luz.
A veces de tanto soplar y agregar ramas parece que lo asfixio. Y tengo que alejarme y verlo de lejos. Dejarlo ser. Pero no quiero alejarme mucho, porque gracias a él puedo saber lo que es la luz y observar las estrellas.
Y aunque mañana solo queden de él las brasas, las cenizas, aún así elijo estar hoy a su lado, y poder entender el valor de su existencia de fuego, de su escencia luminiscente.
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