Me dí cuenta que las cigüeñas se llaman todas Josefina. Excepto claro está, aquellas con el ala roja. Ellas, como todos saben, siempre se llamaron y se llamarán Edelmiro. Por eso es que no existen los cigüeños: ¿alguna vez viste una cigüeña con el ala roja? Bueno ahí tenés.
Esto de los nombres en los animales no es cosa fácil, no señor.
El otro día fuí a un zoológico de nombres y encontré que no sólo no había ningún Joaquín, sino que para colmo, las jaulas de Robertos estaban todas vacías. Yo por mi parte tenía una vaca llamada Clotilde. El problema es que (como todas las vacas) merecía un buen apellido. Entonces pensé, y pensé, y pensé, y pensé, luego me pesé (68 kg), y luego pensé un poco más, hasta que me decidí. El apellido de mi vaca sería Clotilde. Así es que fuí con Clotilde Clotilde al concurso de “Vacas Con Nombres de Mujer que empiecen con CL”, el cual naturalmente ganamos, porque Claudia enfermó.
Con la plata del concurso pude comprar un procesador de carne, así que Clotilde esa noche no durmió: la había hecho empanada. Las de jamón y queso las trajeron mis primos y todos hicimos guitarreada y baile en el campo, y cuando ellos fueron al baño en sus respectivas casas, Clotilde Clotilde se paseó por todas las tuberías de desagüe del barrio, hasta que finalmente (como siempre había soñado) conoció el mar y se enamoró de un hipocampo.
El problema fue que el pobre hipocampo se llamaba Pancracio. Y yo nunca le permití a Clotilde acercarse a alguien cuyo nombre empiece con algún alimento con gluten. Sí, fue una clausula muy específica y bendito hipocampo tenía que llamarse así, pero bueno. Por suerte ya encontré la solución, porque el mar estaba cerquita de casa, y con la camioneta de mis primos pude llevar unos barriles de nafta y otros tantos de querosen, arrojarlos al mar y chau fauna marina. Para asegurarnos igual tiramos un fosforito de esos de año nuevo, y el espectáculo fue alucinante. Vinieron muchos vecinos, salió en los diaros, todo. Pobre Clotilde, era buena, pero nunca hubiera durado más que para unas empanadas. A lo sumo un bifecito, pero ya enamorarse, no no no.
Menos mal que ahora me compré un gato. Lo voy a llamar Gato, para no complicar las cosas, porque la verdad que esto de los nombres de los animales ya me tiene un poco cansado.
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