¿Odiamos? ¿Amamos?
¿Nos nombramos sordamente y seguimos camino,
allende las orillas,
los horizontes?
¿Caminamos el día
hasta arribar a ese horizonte que es la noche?
¿Tan rítmica?
¿Tiene ritmo, o se lo
imprimimos
nosotros?
Así como no podemos no
pensar, ¿podemos no
trazar un ritmo a cada instante?
¿Qué
es el instante?
¿Se
come? ¿Se respira? ¿Sirve para proyectar felicidad?
¿Existe
la felicidad propia si existe la infelicidad ajena? ¿La gente que
uno asume que es infeliz, lo es realmente? ¿Importa ello, si jamás
nos detendremos a averiguarlo, y por lo tanto en la visión de
realidad que nos
fabricamos, es y seguirá siendo así?
¿Así
cómo?
¿Podemos
observar la realidad sin que nos tiemblen el pulso, los respiros y
los párpados azulados de cielo, de entrecejo fruncido? ¿Podemos,
acaso, no fruncir el entrecejo frente a las realidades? ¿Podemos
dormir tranquilos?
¿Cuándo,
hasta qué punto uno es responsable? ¡Responsable! ¿Hasta qué
punto no se lo es?
¿Cómplice?
¿Asesino
silencioso,
paternalista
cínico, violencia simbólica?
¿Qué?
Puede
uno deshilachar las notas de las melodías de los sonidos citadinos y
tejer mantos con ellos para el friolento? ¿Tejer mantas que cubran
de los curiosos, de los envidiosos, a los amantes?
¿Con
notas de melodías, y sólo con notas y
nada más que eso: notas?
¿Podremos
cruzarnos cara a cara con la Idea de Música, mirarla a los ojos y
decirle: te amo, nos amo juntos porque yo te hago y
vos me hacés?
¿Puede
uno acariciar los cimientos de su cárcel y susurrarle silenciosa,
divinamente dulce:
ya te desmantelaré?
¿Puede uno? ¿Puede uno ser el mismísimo susurro que invita a la
desnudez, la pálida y anochecida, hermosa, hermosa desnudez? ¿Ser
susurro transparente que teje mantas de músicas para los friolentos
y enamorados, y ser susurro transparente y
divino que desnuda a la
hermosa, hermosa desnudez misma? ¿Puede uno, susurrar tejiendo calor
y amoríos? ¿O laborar
la poética y hacerla lanza, lanza que se clava en el ojo de quien
crea fríos y espías de amantes?
¿Clavar
la lanza?
¿En
ese ojo aniquilador, deshumanizado?
¿Y
arrancarlo, así, violentamente?
¿Desgarradoramente,
casi a tirones de rabia contenida? ¿Eh? ¿Con la poesía hecha lanza
que aguijonea a titiriteros del frío y el desamor? ¿Puede uno ser
todo eso, hacer todo aquello?
¿Puede
la gloria de todo el mundo caber en un grano de arena, diminuto grano
de perfecta arena rasposa y tibia como el derrame de calor estival
que se desprende del sol atardecido?
¿Puede,
se puede decir, escribir todo, todo absolutamente todo lo que uno
piensa-siente-duda-cuestiona-pregunta? ¿Puede uno terminar de
preguntarse por las preguntas?
¿No
es bellamente inquietante que unos simples signos
con forma de ganchitos abran las puertas de tanto universo y tanta
incertidumbre, y nos modifiquen gradual o abruptamente, éstas,
nuestras vidas?
¿Puede
uno ignorar una pregunta, una vez que ésta ya se ha asentado,
decantando suave, en las pupilas y el esófago, los pulmones y las
plantas de los pies? ¿Eh? ¿Puede uno? ¿Podés vos?
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