sábado, 3 de diciembre de 2016

¿Nunca sentiste que eras una naranja?


Así como que te exprimían. O mejor, te exprimías. No hablo de la media naranja y de toda esa parafernalia estereotipada. No. Una naranja que se exprime a mano (porque sin máquina) y saca el jugo, el juguito y la pulpa, casi cáscara.Abrís la naranja arriba, le hacés un tajo y de adentro sacás todo eso que es tuyo. Lo más rico, lo más puro. Y buscás y buscás, y el jugo ya no sale más, y seguís hurgando entre la cáscara y la pulpa adentro, queriendo sacar lo mejor de vos. Y si no sale bueno, vamo’ a la exprimidora eléctrica, que para eso se inventó, ¿no?Y que pasa si sos toda una naranja. Y adentro no tenés más pulpa que eso. El jugo era sólo eso, y wacho, te está quedando pura cáscara. La esencia. Lo esencial de vos. Tu corteza no marca nada más que el límite con afuera, y de lo tuyo no hay más que el vasito que me tomo, mm qué rico.No te saques más. Sos todo. Jugo, pulpa, cáscara.No escarbes. No hay nada más que conjunto. Lo bueno no está en la exprimidora, ni el la pulpa, ni siquiera en el vaso rico de jugo con hielo. No. Lo bueno está en ser una naranja única y jugosa; más del naranjero es verdad; del cajón de frutas algunas pasadas y vencidas del verdulero de allá de la esquina, es verdad. Pero sos naranja. Y nadie como vos para conocerte en toda tu redondez y exquisitez. Saboreáte y aprovecháte toda.

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