miércoles, 27 de mayo de 2015

¿Y qué?

Subsumidos en los silencios
que dictaban / las partituras
mis tímpanos / acudieron
entregados
al suicidio en masa de la obscuridad compartida
plena de vos,
la sal de mis tímpanos
(que no se agrietan si se agitan)
sólo transcurre / quedamente;
al final de cuentas, ¿qué más da?
Si lo intrínseco de todos modos, nos gobierna.
Si no lo explico, ¿y qué? / lo enrojecido de mi sed
me abre puertas incongruentes
el delirio místico me ensorbece
y el rechinar solo demuestra / con una brillante parsimonia
(que huele a viejo)
lo oxidado que está el gozne / simplifiquemos:
no toquemos otros temas,
pudrámonos delicadamente / en el infinito.
El infinito.
Si total, la vida es así hermosa
con sal / o sin ella / en mis tímpanos
o en mis ojos:
con forma de lágrima /
o de amor-odio
¿Y qué? Si al fin y al cabo, lo circular y recíproco /
lo simbólico y violento / lo subyacente y velado
es lo que menos apreciás,
lo que más apostaste:
disparidad energética / de entes, salpicados


miércoles, 20 de mayo de 2015

Funeral

No te entierres. 
Para eso ya están los acoholes de verano
o primavera / esos sopores
tiernos / como de siesta improbable,
calladamente,
porque / sí,
imposiblemente lejos / de la mano
que se estira bebiéndolos /
escandaloso / final
para tan bello atardecer.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Tus orillas

“Yo me duermo a la orilla 
de una mujer: yo me duermo
 a la orilla de un abismo”.

 La noche/3 – Eduardo Gleano

Si yo salto 
tus orillas, espero no
hundirme en la espesura
subacuática.
Si los sistemas solares
se asemejan a los ecosistemas
de tus orillas, reverdecen mi voz porque
me entibian los adentritos.
Si exhalamos juntos que sea por intimidad; no por
estar abandonando esta vida.
Si tus orillas me seducen e invitan, que el agua
sea cálida y limpia, azul marina.
Si la mar de tus ojos a veces brilla
cuando rebalsa, que mis manos, mi piel y mis susurros
alcancen para orbitar tus penas
hacia sentimientos más soleados.
Si las orillas se secan, en algún momento,
porque ya no llueve, o porque a la marea se le olvidó subir,
que sea por algún fenómeno natural;
no porque vos, o porque yo,
hayamos edificado un puerto que bloquee los arrecios
de esas furiosas olas que todos
llaman: tormenta
y que nosotros llamamos: poesía.