En otra vida fui una nutria. Por eso me siento tan pleno en el agua. Luego tuve un altercado comiendo pescado. Por eso es que ahora me desagrada tanto.
En otra vida fui mendigo. Andrajoso y desdeñado, olvidado por la sociedad. Es por eso que hoy me importa tan poco cómo me visto. Por eso me siento tan cómodo comiendo en la calle. En el piso. Un sandwche de milanesa y una bebida. ¿Será porque fui mendigo también que simpatizo tanto más con los humildes que con los pudientes? Es probable.
En otra vida fui un orangután de zoológico. La gente pasaba, me miraba, hablaba, reía, y yo todo el día tras cuatro vallas de barrotes. Por eso es que pesa tanto sobre mí hoy la mirada del otro. Las voces. Las palabras, los decires. Es el motivo por el cual me siento observado.
También en otra vida fui un ciprés de montaña. Solo inmerso en el total silencio. Todo el tiempo absoluto de la calma de un viento que roza suave, una llovizna, el rocío y un ave que se posaba en mis ramas. Es el feliz fundamento por el cual tengo hoy mi profundo paisaje y la irrevocable paz interior, en mi bosque de conciencia. Es el causante de esta calma.
En otra vida fui una niña que murió muy pronto. Corría por las vías de su pueblo, jugando persiguiendo una nube. Tropezó repentinamente y fue arrollada por el tren. Es por eso que siempre guardo ese niño en mí, y las ganas eternas de reinventarme en la inocente magia y jugar.
Luego tuve otra vida en la que fui empleado de banco. Monótono, escéptico de milagros, infeliz. Todos los días acariciando el dinero y anhelando un aire de una ciudad ennegrecida por el smog. En esa vida morí viejo de tuberculosis. Es por esta vida que hoy odio tanto todo lo material, encerrarme entre empleados infelices; es por esto que odio el dinero.
Tuve también otra vida en la que fui mimo. Trabajaba en teatros, en casas de cultura. Pocos me admiraban, casi nadie me observaba. Ahí aprendí la condición seráfica e infinita del arte.
En esta vida soy música, y aunque algunos dicen que lo traigo de antes, sé muy bien que la mamé acá, en este mundo-vida. En mi corta vida, viví, vivo y viviré en la música, alimento inmutable, fuente de sentir insaciable.
Lo que soy hoy, ya ves, es lo que viví. Pero sabe bien que tuve muchas vidas, y cada una dejó su marca en mí. Tal vez en ésta, mi existencia, deje postrado el accionar de alguna vida futura. Tal vez haga de mi próxima vida una realidad de entrañables ensoñaciones. Tal vez; no lo sé.
Espero reencarnar en una semilla.