Me
dedico a hacerme preguntas que no se pueden responder. Es la pura
pasión por la pregunta ingeniosa, o inusual, o inesperada, no por la
respuesta. La pregunta por sí sola es la que despierta el asombro y
la risa por lo obvia y, al mismo tiempo, tan imposible de contestar.
El hallazgo en sí de una respuesta, la culminación de la duda
conjugada en solución, no es atractiva: se acaba el juego. Fin.
No,
de ninguna manera. Lo infinito reside en lo incontestable, en la
pregunta que aparenta ser inútil; no porque no aporte conocimiento,
sino porque no es ése
su objetivo. Su fin es su comienzo. La pregunta resulta hermosa y
divina por sí misma, y autojustifica su existencia. No importa la
consecuencia. Importa la pregunta que deslumbra, la que no sirve para
nada, más que para entretener la mente con
la constatación de que existen
más preguntas que respuestas.
O no. Pero no importa, su juego es ése: el de la pregunta más allá
de la respuesta. Ojo, tampoco es que desdeñe respuestas, incluso
hasta las más delirantes serán debatidas, serán analizadas y
tomadas en consideración. Es,
quizás, mi aspecto
menos déspota. La pura existencia no resiste dudas de ningún tipo,
y sin embargo es lo más etéreo que tenemos, lo menos comprobable y
lo que pincha a nuestro ser mas inquisitivo. El juego no tiene fin
porque parte de la base que ninguna respuesta podrá ser confirmada
enteramente, ni ninguna rechazada de plano. La consigna será que
nadie puede acceder a una verdad única y absoluta e irrefutable. Que
no tiene sentido buscarla, porque siempre se podría estar tomando
por cierto algo que es falso. Y ahí volvemos. Lo importante es la
pregunta, no la respuesta porque esta no existe sino en función de
la verdad. Propone una verdad. En cambio, la pregunta solo pregunta,
solo abre la discordia entre dos visiones, o solo deslumbra por su
ocurrencia. La pregunta solo hace posible la imaginación.
Es
por eso, y nada más que por eso que la pregunta seduce tanto. Y
entretiene. Y nadie se confunda: no es inútil la pregunta que no
tiene respuesta certera o científica, o la que directamente no tiene
respuesta. No, la pregunta jamás será inútil, pregunte lo que
pregunte. Porque es por la pregunta, quizás -y ahora déjenme
divagar un poco- es por la pregunta, que el primer hombre, o la
primera mujer, o ambos, con el ceño fruncido por la pregunta anclada
entre las cejas y la duda anidada en los ojos, se pararon en dos
patas, se olieron los olores y se tocaron por primera vez.